
Espero en soledad al compañero de almuerzo en el restaurante. Bueno, no exactamente solo: junto al ventanal que da a un sol de primavera alta, tres extranjeros (¿hablan portugués?) comen y bromean entre risas y dos buenas botellas de clarete. Nadie más. El camarero – no sé si prudente o Seguir leyendo