En el tiempo exacto de la vendimia, los políticos, tan oportunos como siempre, nos llegan con la poda. La poda de derechos y servicios. No escatiman en anuncios catastróficos. Aquí no se salva nadie. Desde el maestro de escuela hasta el agua de la piscina municipal han sido señalados. La flamante y muy decidida presidenta de Castilla-La Mancha, Mª Dolores de Cospedal, abrió la caja de los truenos. Avisó de que preparaba un presupuesto un 20% menor que el heredado del gobierno anterior. Aquello fue el clarinetazo. Desde ese día los dirigentes autonómicos populares compiten en quién poda más, quién va más lejos «en el recorte del déficit«.
Los anuncios son tan tremendos que hasta asustan a los turboliberales. Un periódico de difusión nacional calculaba que de cumplirse estas promesas-amenazas, el déficit de las Comunidades Autónomas no sería un problema para el Estado desde ya. ¿Qué ha pasado?, ¿qué les ha pasado?. Ni ellos mismos saben explicarlo. Lo que sí se conoce son sus primeros efectos. El ciudadano está estupefacto. Los más conscientes, asustados y en alerta y el distraído, a la deriva.
La guadaña de la crisis que hasta ahora arremetía por el desempleo y el consumo en tobogán, siega ahora por la educación, la sanidad y los servicios sociales de manera real y concreta. Ya tenemos aulas sin maestro, hospitales sin médicos y abuelos sin que los aseen. Y todo esto sin que el Gobierno de la Nación lo decida y menos lo desee, solo por la voluntad de un número indeterminado de consejeros y cada uno de ellos con diversas intensidades en el fuego recortador. Los derechos esenciales en manos de los territorios sobeteados como balletas de mecánico. ¿Era esto lo que decidió nuestra Constitución?. Creo que no. El problema es muy grave. Si en los tiempos de abundancia hemos malconvivido con la hiperinflación legislativa de las CC.AA y los humores de sus responsables, en tiempos de penuria esto es sencillamente imposible.
Es urgente un acuerdo nacional sobre estos asuntos esenciales. Si los políticos no se avienen sobre qué transferencia hacer o no, vale, pero que la salud, la educación, la investigación y la dignidad de nuestros abuelos formen parte del mismo espectáculo, no. Confío en que las urnas de noviembre también reflejen este malestar.