Algunas cosas van mejorando pero no nos llegan bien contadas o, cuando el relato viene de una voz que atina, de inmediato aparecen grandes oleadas de confusión que lo emborronan. Detengámonos en algunos asuntos relevantes del momento:
Al fin tenemos Presupuestos Generales del Estado (PGE), la aspiración natural y clave de un gobierno, y hasta de un país, que venía prorrogándolos desde 2018. Y son ambiciosos. Expansivos en tiempo de gran necesidad y llamativos en materia social. Sin embargo, buena parte de la literatura periodística los ha convertido en los PGE de Otegui (la ETA) y ERC (el separatismo catalán). Así que, en Moncloa gobierna un señor prisionero del mal.
La ansiada vacuna contra el coronavirus llega a nuestro país en pocas semanas, como a todos los países de la UE. Hasta bien entrado el verano, los sanitarios pincharán los brazos de España uno a uno. Pero, al lado de la noticia, crece rápido la maleza de las dudas. Seremos los últimos de Europa en tener las dosis necesarias; no hay seguridad de que lleguen en enero; qué ciudadanos serán los primeros en ser atendidos; qué territorios; Madrid será la última Comunidad, asegura su presidenta; cuándo llegará a mi ciudad, a mi barrio, a mi casa.
El rey emérito, que tanto viene defraudando desde hace unos cuantos años, acumula sospechas y denuncias que están en manos de la justicia e investiga la Hacienda pública. A pesar de la enorme decepción e incluso la alarma de no pocos, deberíamos estar tranquilos porque la ley viene operando sobre él como con cualquiera. Es verdad que salió del país en agosto sin dar explicaciones y no supimos su paradero durante dos semanas. Mal, uno de sus grandes errores y de quienes se lo permitieron o incluso empujaron. Pero la justicia no va a mirar para otro lado, ni el Gobierno y el Parlamento tardarán demasiado en legislar para que no vuelvan a producirse hechos tan bochornosos. Sin embargo, algunos fuera y dentro del Gobierno se lanzan a por la III República confundiendo los errores – que incluso pueden ser muy graves – de una persona, con la institución monárquica y exigen su liquidación.
“Los líderes deberían proponerse recuperar la estima ciudadana”.
Los Fondos Europeos para la Reconstrucción tienen definitivamente luz verde. A finales de primavera comenzarán a aprobarse los primeros proyectos. Miles de millones de euros que ayudarán a la maltrecha economía española, reorientarán nuestras prioridades productivas e insistirán en la creación de empleo. Sin embargo, la gran insistencia es en vigilar qué hará el Gobierno, porque sospechan que parte de esos proyectos puedan destinarse a “políticas clientelistas” de los partidos que lo dirigen, premien a las Comunidades donde gobiernan y se gestionen por empresas o lobistas próximos a los socialistas.
En fin, también se trata de escamotear el significado del cambio trascendental habido en Norteamérica (el ogro saldrá de la Casa Blanca) y que la economía comenzará poco a poco a salir del hoyo donde la llevó la pandemia. Claro que esto no significa que tengamos el futuro inmediato encarrilado. Ni mucho menos. Existen miles de problemas y más dudas aún. El mundo está en proceso de un cambio formidable y acelerado mires por el costado que lo mires. Un momento en el que la esperanza tiene que ir diluyendo el miedo, y los líderes políticos, económicos, sociales y culturales deberían proponerse recuperar la estima ciudadana ahora profundamente dañada.
El picadillo en el que han convertido la cosa pública ayuda bien poco. Han decidido que la confusión y el odio se adueñen de la esfera política y mediática con lo que el objetivo prioritario a alcanzar es batir al adversario. ¿Qué ocurre?
La mayoría no comprende lo que dicen unos y otros y se desentiende de su discurso. ¿Es acaso inexplicable lo que viene sucediendo? ¿O acaso son muy pocos los que están dispuestos a entenderlo puesto que la mayoría huye del hartazgo político? Tampoco deberíamos de olvidar que “mucha España” está de luto y agarrotada por el duelo (ese mono que produce la desaparición de quien más necesitas) y lo que más precisa es consuelo.
«Todo son estrategias de titulares con los que medirse al adversario».
Esta dialéctica perversa y canalla viene enfrentando a la mitad del mundo con la otra mitad. Se trata de que unos anulen a los otros, en lugar de creer y trabajar conjuntamente. La política más grosera y vil, la que con su ponzoña alcanza hasta la poesía, se impone sobre todo consiguiendo convertir el lienzo horizonte que observamos en un borrón incomprensible al que llaman bienestar, progreso o, ¡ay!, libertad y futuro.
El lenguaje político lo ha colonizado todo. Domina los medios de comunicación tradicionales y las redes, y ha llevado a buena parte del mundo hasta su túnel de trueno donde domina el conflicto. Los estrategas de campañas que, en un principio eran militantes o afiliados a los diferentes partidos, fueron sustituidos poco a poco por agencias de publicidad (las que vendían coches o detergente o tabaco), y pronto por estrategas de comunicación política que procedían del periodismo y de la Universidad en sus más diversas ramas. En los noventa, llegan a las secretarías de presidentes o primeros ministros; y hoy, son sus jefes de gabinete y los hombres o mujeres que opinan y deciden sobre todo.
En nuestro país ocurre de la misma manera: el hombre fuerte del Presidente es un consultor político profesional que, al ocupar un espacio competencial ya oceánico, tiene que ensancharse todo lo posible desde su colina de poder para medir con su ojo ciclópeo la enorme dimensión del horizonte que debe cubrir. Claro que, como tantos otros que llegaron y alcanzarán esas atalayas, conoce sobre todo el lenguaje político, con cuyo fonendo lo ausculta todo. Así que, todo son estrategias de titulares periodísticos con los que medirse al adversario dentro del casi exclusivo terreno de los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales, los datos, la encuesta y su tratamiento de datos.
El lenguaje político es solo un brote poco florido, aunque bien contundente, de la comunicación humana. Diríamos que es la esgrima de la palabra: florete y espada en danza para tocar al contrario. Nada más. Pero en las últimas décadas lo corona todo, permitiendo que se despeñen o caigan en desuso otras maneras de comunicar, informar e incluso enseñar más completas y auténticas. Hoy no llega al ciudadano medio el valor que tienen los Presupuestos del Estado, por ejemplo; solo su ruido como latigazos en forma de titulares o descalificaciones. Sí, los nuevos responsables políticos deben ampliar la mirada hasta encontrar otras palabras con las que contar lo que ocurre; ahora todo lo que viene de los gabinetes políticos llega con el brillo de la espada y el encanto del lodo.
Como siempre, Pepe, poniendo el dedo en la llaga… y duele. Efectivamente, la decidida estrategia de los entes políticos (que ya no partidos) es la de la confusión. Mi impresión es que es la consecuencia de eso que dices al principio, un mundo en cambio vertiginoso, valores desaparecidos, incluyendo la verdad sustituida por la verosimilitud.
Y una guerra a muerte por el poder, sobre todo por parte de una derecha (y todo lo que esa palabra conlleva) que se había acostumbrado a un avance triunfal desde hace más o menos 39 años, y que ahora empieza a ver tambalearse ciertamente los territorios conquistados. Y en su caida quieren llevarse por delante paises y continentes…
La pregunta es si seremos capaces de reconducir este cataclismo en el que ya estamos, con qué valores, con qué argumentos….