La fabulosa historia de corrupción jamás contada

El fallo del Tribunal Supremo sobre el expediente político de los ERE se conoció de manera sorpresiva el mismo día que Moreno Bonilla formaba gobierno en Andalucía. La simbología era perfecta: la luz que vence a las tinieblas. Hasta el Génesis acudió el ideador de la puesta en escena. No ha sido la única coincidencia. En el largo, tortuoso y mendaz camino de los ERE (más de una década), siempre coincidieron los zarpazos judiciales con acontecimientos políticos de relieve. La justicia que vencía al mal siguiendo un calendario preciso.

En relación con el último desenlace estelar, se había dejado caer con anterioridad que el presidente de la sala de lo Penal del Supremo habría sugerido a los componentes del tribunal sentenciador (dividido en 3 a 2, ó 2 a 3, según la materia a debate) que dedicaran el tiempo necesario hasta llegar a un fallo por unanimidad y que el mes de julio no era en absoluto una fecha límite. Sin embargo, o esta recomendación nunca se hizo, o hubo indicación superior en sentido contrario.

Sea como fuere, estamos en un momento decisivo de una larga y muy penosa historia político-judicial no acabada aún y dirigida a rematar a un partido político, el PSOE-A, que llevaba demasiado tiempo mandando en Andalucía, hasta el punto que se había convertido en “un régimen”.

Todo comenzó con las fundadas sospechas por parte de la Consejería de Trabajo sobre numerosas irregularidades en la gestión de ayudas a trabajadores y empresas en crisis, que acabó tiempo después alumbrando “el mayor caso de corrupción política de Europa”. La simplificación de procedimientos, aprobada por el Gobierno y sancionada por el parlamento de Andalucía, a fin de que trabajadores y empresas en crisis agudas tuvieran acceso de manera rápida a ayudas y subvenciones, llevó a que algunos gestores sin escrúpulos, bufetes, mutuas y otros espabilados cometieran numerosas irregularidades y abusos.

 

«Griñán estaba seguro de que era totalmente inocente».

 

La determinación de una jueza, apoyada y alentada con alborozo por la derecha y sus numerosos medios de comunicación, además de acertada, tuvo la fortuna de confrontar con un PSOE-A que se agotaba después de más de tres décadas en el gobierno. Con la partida de Manuel Chaves a Madrid para hacerse cargo de una vicepresidencia del gobierno de Zapatero, el partido, además de debilitado, se queda sin brújula. Se asusta. Pepe Griñán, que sucede a Chaves, se asigna como principal misión (casi obsesión) la de consolidarse como líder del partido en Andalucía. Los ERE, en plena ebullición política y judicial, se sitúan en la órbita de gobiernos anteriores. Se marcan distancias. Además, como se aprecia de nuevo en estos últimos días, creía firmemente en la justicia y, sobre todo, estaba seguro (y aún hoy lo mantiene) de que era totalmente inocente. Sobrino y admirador de Martínez Emperador, magistrado asesinado por ETA, tenía (y mantiene) fe ciega en la justicia. Así se entiende que entregara a un juzgado de instrucción de Sevilla sin plantear lícito conflicto jurídico las actas de los consejos de gobierno de la Junta de Andalucía de toda una década. La imagen del furgón transportando los archivadores de San Telmo a los juzgados es ya todo un hito de nuestra reciente historia democrática. ¿Es imaginable que Felipe González, Aznar, Rajoy, o incluso Pedro Sánchez pudieran entregar las actas de centenares de consejos de ministros a un juzgado de la plaza de Castilla sin mediar reparo?

Así que gran parte de los socialistas señalados – anonadados y acobardados – decidieron callar, dejar su defensa en manos de abogados muy caros para su bolsillo y confiar con ceguera en la justicia porque, al igual que Pepe Griñán, la mayoría se sabía del todo inocente: “No se habían llevado un euro”. Pero la presión externa recibida tras la aparición de informaciones (certezas, mentiras y bulos en el mismo paquete), llevó a que Ferraz también baje la guardia y ni siquiera ayuda a los suyos al pago de las costosas defensas.

 

«Mantienen su confianza en la justicia».

 

En este sándwich de penurias y linchamiento público quedaron atrapados decenas de altos cargos, porque esto iba de caza mayor. Un tiempo, una historia feroz y tristísima que ninguno de los afectados se ha atrevido a contar por pudor o por desinterés de los medios de comunicación. En un momento fueron impelidos a presentar avales millonarios casi dos centenares de imputados. Muchos quedaron arruinados para siempre. Policías y guardias civiles llegaron a entrar con orden judicial en sus domicilios buscando escondrijos “repletos de billetes”. Se hizo creer que estaban podridos de dinero después de más de treinta años en la Junta, cuando la gran mayoría estaba en los huesos rogando a familiares y amigos ayudas para mantenerse. Muy pocos hablaban con ellos, “eran unos ladrones”.

El Tribunal Supremo confirma ahora el fallo de la Audiencia de Sevilla para estupor de los procesados y buena parte de expertos jurídicos, que esperan conocer el texto completo de la sentencia y los votos particulares en su contra en redacción para informarse de cómo justifican que Griñán y otros ex consejeros y altos cargos, que nunca decidieron sobre la atribución de partidas económicas, pudieran malversar.

Con todo, mantienen su confianza en la justicia. Algunos manifiestan en privado que el caso de los ERE ha herido de gravedad a los socialistas del Sur, pero el “caso no acaba en el Supremo”. Seguirán peleando en otras instancias.

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