Elecciones en Andalucía: Pedro Sánchez es el objetivo

Se ha extendido la opinión de que el PSOE de Andalucía se hunde; que el PP se asoma al balcón de una mayoría suficiente para gobernar; que Juanma, ese hombre tranquilo, recoge el testigo de Chaves, este sí probado como hombre sensato y calmado. Nos olvidamos, sin embargo, de que el PSOE viene perdiendo elecciones y poder en Andalucía desde que Chaves dejó la presidencia de la Junta de Andalucía para volver a Madrid a formar parte del gobierno de Rodríguez Zapatero como vicepresidente. El socialismo del sur formó parte de la misma derivada perdedora del PSOE en el resto de España. La crisis de 2008 y aquel Zapatero, en su mayo más triste, anunciando pavorosos recortes en la tribuna del Congreso de los Diputados, fueron el principio de unos años funestos para los socialistas, hasta la llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general de este partido.

Claro que el PSOE-A tuvo que hacer frente, además, a los EREs. Bueno, es una manera de hablar. En realidad, tiró la toalla en el minuto uno; rehuyó la batalla política y casi la jurídica; se dividió entre veladas acusaciones de unos y otros y, al cabo, fue abandonado por Ferraz. Aquel episodio – que se mantiene vivísimo y continuará hasta que la derecha se olvide del asunto, es decir, algo imposible en tanto la causa le continúe dando réditos políticos y electorales – ha entrado a formar parte de los raca-raca más rentables para el PP: PSOE-ERES-CORRUPCIÓN; PSOE-BILDU-ETA; PSOE-ERC-INDEPENDENTISMO.

 

«La Andalucía que avanzaba se desvanece muy rápido».

 

Aquella denuncia de los EREs detuvo en seco la larguísima y fructífera – con claroscuros – etapa de gobiernos socialistas, aunque aún permanecieron algunos años más en gobiernos de coalición. Desde entonces, Andalucía solo emite bulos, medias verdades y mentiras disfrazadas de noticias en múltiples ocasiones. La Andalucía política mediadora en el debate territorial español siempre enconado; la que avanzaba y construía; aquella que, al salir de un atraso general horrible (recuerden el título de aquel libro de Antonio Burgos, “Andalucía, ¿tercer mundo?”), comenzaba a pensar que el orgullo de sentirse andaluz merecía la pena, empieza a desvanecerse muy rápido.

La eclosión de Susana Díaz, tan celebrada por el empresariado de Madrid, fue poco menos que un espejismo. En realidad, fue la ganadora de las últimas elecciones de un PSOE ya perdido. El abatimiento y la depresión en que los sumió el continuado y tremendo ataque político y judicial fue demoledor, mientras en Ferraz muchos miraban para otro lado. No dieron la más mínima batalla, así que el relato vino impuesto por el PP y la fiscalía. Los socialistas eran unos ladrones y los EREs, el caso de corrupción mayor de Europa.

Con todo, no tiene fácil explicación el silencio y el encaje tan sorprendente que soportaron, y aún aguantan, sobre todo si tenemos en cuenta que en el mismo tiempo en el que se produce este volcán de acusaciones contra los socialistas, el PP se encuentra inundado en decenas de casos de corrupción en los que, más que ahogarse, parecen darse buenos baños relajantes.

 

«El PP andaluz no tiene entre sus virtudes la moderación».

 

Los rescoldos de socialismo sureño, con todo, no son brasas que se agotan; no están escasos de buenos cuadros de jóvenes militantes y su base electoral continúa siendo muy amplia. Claro que triste, desmotivada y cabreada. Pero Juan Espadas llega muy tarde a encabezar una ardua y muy difícil tarea. Es muy poco conocido, un político clásico de gestión y acuerdos, un socialdemócrata de libro, de los que no gritan ni hacen aspavientos ni insultan. No es un hombre de redes sociales, ni sueña con ser trending topic todos los días. Es un gestor con ideas, un socialista templado. Es el verdadero moderado en esta contienda electoral, no Juanma. El candidato popular, más allá de tener un perfil sosegado, es sobre todo un feliz hallazgo táctico del PP que le funciona como un reloj en campaña. Pero el PP andaluz no tiene entre sus virtudes la moderación y, menos aún, yendo de la mano de Vox.

Las campañas electorales duran dos semanas, pero a la mayoría les parecen años. El PP ha arrancado la tenida de junio de manera feliz; excelentes expectativas y ningún error apreciable hasta el momento. Una campaña casi impecable, sintonía perfecta entre el solista y la orquesta. Y hasta Feijóo se dejaría fotografiar con zahones en la marisma. Puede haber correcciones, incluso algún susto y nervios, pero las derechas ganarán. En estos años destemplados e irascibles, vienen cayendo casi todos los partidos que gobiernan en las sucesivas elecciones. En Andalucía, como todo el mundo sabe, gobierna Pedro Sánchez. Juan Espadas disputa el gobierno al PP y la derecha confronta con el Diablo de la Moncloa. Sí, otro raro fenómeno de este tiempo que tan bien conjuga con el miedo y el engaño.

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