El director de la celebérrima saga de películas ambientadas en un mundo de destrucción apocalíptica Mad Max, George Miller, qué casualidad, es noticia en España el mismo día que Núñez Feijóo afirma que: “Todo (en España) puede empeorar”. ¿Más? El director de cine australiano define su obra con una inquietante sentencia: “Al final, todo va de sobrevivir”. ¿Estará el político gallego en la misma clave: derribarlo todo para sobrevivir él?
Sin embargo, todo es bastante más complejo. Nos amedrentan y alarman con los estragos de una nueva e inminente recesión económica, cuando esta sería sólo un severo escollo que habríamos de superar, o no, en los próximos meses. Porque muy pocos líderes políticos (se cuentan con los dedos de una mano) se atreven a adelantar que el próximo futuro no traerá nuevos récords de crecimiento, consumo y mayor felicidad.
Los más próximos a la realidad dan algunas pistas para que advirtamos que caminamos hacia tiempos más bien oscuros. Muy pocos líderes mundiales osan manifestar, como hizo Macron – una vez que se vio de nuevo presidente de Francia, claro – que: “Se acabó la sociedad de la abundancia (…), la ilimitada disponibilidad de recursos”. Los políticos en los gobiernos no van de cara porque dan por seguro que perderán las elecciones, ya que gran parte de los ciudadanos no están dispuestos a aceptar ese destino y se rebelan. Esa es la razón del “Madrid no se apaga” de Díaz Ayuso, mientras la oposición de derechas en su conjunto ceba la fogata del miedo: “Todo puede empeorar”.
Por ello, llaman la atención y llevan a una cierta esperanza los acelerados – y hasta cierto punto, sorprendentes – movimientos de Pedro Sánchez en España, aunque fijándose también en Europa; la determinación del gobierno alemán empeñado en romper el muro de su anunciada depresión e inminente decadencia; y la reacción fulgurante de Von der Leyen (también alemana ella) movilizando de emergencia a la Comisión Europea en favor de la intervención del mercado eléctrico europeo, acción que propuso España hace un año y fue desechada.
«Europa no puede ser la primera derrotada».
Se planta cara a la fea realidad. Europa no puede ser la primera derrotada en la doble guerra en la que participa: la que se libra en Ucrania y la energética. El seguidismo casi ciego de las demandas de La Casa Blanca y de Zelenski será más matizado y las decisiones, más discutidas. La agresividad contra Moscú del grupo de países comunitarios que hacen frontera con Rusia será más contenida que hasta ahora. Europa no puede ser la primera gran derrotada en una guerra que no dirige, pero que ayuda a una de las partes, y sobre todo, padece.
En realidad, la guerra europea del momento sólo ha venido a perturbar a destiempo y de manera cruel los auténticos desafíos del mundo, como son:
1.- El cambio climático. (¿Existe a estas alturas un español, que no sea el primo de Rajoy, que no lo haya confirmado este verano de calor extremo, incendios espantosos y sequía y más sequía?)
2.- El neoliberalismo globalista, que viene largando decenas de millones de personas a la pobreza en Occidente, hace crack; volvemos a la confrontación entre naciones y regiones del mundo: Rusia contra Europa y Norteamérica, China contra EEUU y populismos doctrinarios en alza triturando democracias.
3.- Todo ello sucede en el momento en el que somos protagonistas ignorantes de un fenomenal cambio de era con una relevancia principal de las tecnológicas, que abren los nuevos caminos del mundo sin necesidad de liderazgos carismáticos ni manifiestos y catecismos: solo animando al consumo, deslumbrando e incentivando individualismos extremos.