¿A quién le preocupan los militares retirados?

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Demasiadas cartas y manifiestos militares. Mal asunto, aunque pronto todo ese papel acabe simbólicamente envolviendo el pescado. Los cuarteles solo adquieren protagonismo en países irregulares, donde sus élites nunca olvidaron que los soldados son, al fin y al cabo, el freno de fusil a todo intento, imaginado o posible, de que el revolucionario pueda rozar cualquiera de las patas eternas de su triada: dios, patria y rey. Menos mal que los españoles y sus dirigentes políticos (sí,  políticos, escribo bien), tienen otras preocupaciones o, más propiamente, una en especial en estos momentos: la pandemia.

La veterana, observadora y siempre equilibrada periodista Anabel Díez escribe en El País del día 7 que en los minutos de conversación y convivencia tras el acto de conmemoración del 42 aniversario de la Constitución, y después de manifestar su preocupación por los ataques que recibe: “Sus desvelos urgentes, perentorios, su máxima preocupación está en sus territorios en la incidencia del coronavirus. Esto sí que les quita el sueño. En los comentarios entre presidentes (del Gobierno y autonómicos) no se hablaba de Otegui ni de si hay peligro de ruptura de España, sino de las cifras de contagios que puedan dispararse después del puente de la Constitución y la Inmaculada”.

Entonces, ¿por qué buena parte de ellos solo se detienen en declaraciones acerca de los separatistas y del “secuestro” al que tienen sometido al Gobierno de España; de la monarquía y sus traspiés; del pasado que vuelve? ¿Por qué algunos regresan con palabras amenazadoras y rancias? ¿Es que aquello de la Transición no arregló nada? ¿Tan mal se hizo el tránsito de la dictadura a la democracia para que ahora se levanten viejas banderas y oigamos sus antiguas palabras impregnadas de odio? ¿Tan mal están las cosas?

 

“Todo es relativo menos la tozudez de algunos”.

 

No, el mal son ellos. Pasados cuarenta años han cambiado, y mucho, los tiempos. Otro rio fluye por el mismo cauce llamado España. Aumentaron los años de sequías y el tronar de las tormentas es más insistente, pero todo es evolución; todo es relativo menos la tozudez de algunos que nunca leyeron, o despreciaron sin más, aquellos dos versos sabios del poeta José Ángel Valente: “Lo peor es creer que se tiene razón por haberla tenido”. Y la desmemoria de otros, que perseveran en colocar el pasado en los raíles de un futuro que es, sobre todo, incierto.

Las simplificaciones intencionadas del discurso político practicadas por sus protagonistas y las forzadas del periodismo nos llevan con frecuencia a comentarios y conclusiones que huyen de la verdad a la que travisten de aparentes hallazgos y evidencias. Ocurre con frecuencia: los políticos de la Transición fueron extraordinarios,  lograron que nos entendiéramos en la Constitución, mientras que los actuales son unas castañas que llegan a la política por puro ego y aspiran a ser alguien despejando la  hojarasca de abusos, corrupción y otros desaciertos graves habidos en el inmediato pasado. Claro que, cuando terminan de pasar el tamujo, se encuentran con el rostro del populismo fascistoide o el neocomunismo republicano relucientes frente al espejo. ¡Vaya caminata hacia el futuro que vienen realizando! La nueva derecha se llama Isabel Díaz Ayuso y la izquierda salvadora, Pablo Iglesias. La evolución más acabada y exquisita de la creciente especie política.

Claro que ellos no son los únicos responsables del desbarajuste y el miedo que llega de nuevo así que se abre la clara mañana. Son también sus mayores que les enseñaron mal y guardaron más cadáveres de los debidos entre el polvo de sus armarios. Y la historia que nunca se detiene, claro, y que en este tiempo acelera tanto que los cambios parecen venir impulsados por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

 

“Deberíamos reparar en la imagen de vergüenza que trasladamos”.

 

No obstante, es difícil entender que vayamos hacia el descarrilamiento de nuevo. En absoluto. Si observamos con atención “el escenario completo donde se libra la batalla”, resulta que tanto unos como otros (no lo olvidemos, minorías nostálgicas y alucinados salvadores) lo vienen dejando muy claro: sabemos hacia dónde quieren  ir y, por mucho ruido que emita la grillera de las redes sociales y que sus banderas “ondeen victoriosas como antes, sus posibilidades son mínimas, nulas si hay predisposición activa en su contra.  Su marcha puede interrumpirse con más democracia y mayor talento y generosidad política. Como escribió Churchill: “Sabemos dónde están, démosles la batalla”.

Como anotaba al comienzo, los problemas que nos preocupan de verdad son cómo despegarnos de la pandemia, animar la economía, recuperar empleo; y no las cartas de un puñado de militares retirados, o no, que manifiestan airadas pasiones entre las que no excluyen la muerte. Esta literatura cuartelaria solo le viene bien a su incendiada tropa de seguidores, y mucho me temo que también a demasiados medios de comunicación, especialmente a los conservadores, que viven de hacer florecer el sensacionalismo y la alarma informativa. Una responsabilidad que deberían valorar jugando lo mejor que puedan con el binomio ‘libertad de expresión’ y ‘defensa de la democracia’. Porque engordar miedos gratuitos anunciando amenazas inexistentes solo acaba envaneciendo a los airados. No se trata de ocultar nada, sino de impedir que se conviertan en héroes del papel y la palabra insignificantes bocazas.

Deberíamos reparar en la imagen de vergüenza que trasladamos los españoles estos días y otros pasados fuera de nuestro país. Dirán: “¿De nuevo ruido de sables en España?”. Pero no es posible. España es Europa y no Madrid como parlotea Ayuso. Así que no adelantemos catástrofes que hagan venir a periodistas extranjeros por centenares, como ocurrió en los años indefinidos tras la muerte de Franco y la Transición. El panorama político y social interno y en Europa es otro bien diferente. Muy problemático, sí. Solo hace falta decidirse por darle respuesta contundente y acertar. A estas alturas ya sabemos que es ineludible.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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