Pepa Bueno y dos mil brazos en alto han salvado el honor (y mucho más) de RTVE. En esta ocasión el atropello venía de ese pollo sin cabeza que es el Consejo de Administracion que la rige (?). Querían conocer con antelación qué iban a decir los telediarios “para cumplir con mayor eficacia las tareas que tienen encomendadas por ley”. Con todo, esta añagaza venía de lejos. Los consejeros más ultras del PP exigieron desde que Zapatero ganó las elecciones conocer por anticipado, vaya por caso, las preguntas que iba a hacer Ana Pastor a alguno de los suyos. Ningún director general o presidente accedió.
Claro que al estar RTVE desmochada ahora han visto la oportunidad de meter al fin sus narizotas. Pero Pepa Bueno y los dos mil estaban allí para atrapar a los golosos ratones.
Qué episodio más penoso, qué larga la marcha hacia nadie sabe dónde de RTVE obligada por gobiernos y políticos tan controladores como irresponsables. La tele pública viene siendo zurrada sin desmayo desde que un gobierno de Felipe González autorizará las privadas a finales de los ochenta. La han bombardeado desde todos los costados con los obuses más diversos y dañinos. El penúltimo ataque fue atómico: le birlaron la publicidad. Pero antes fue asolada por todas las plagas bíblicas, desde las langostas de las productoras “amigas” hasta las rojas que exigían una casa sindicalizada hasta las pestañas. Hubo directores incalificables como José Antonio Sánchez y decenas de caballos de troya que le roían las vísceras.
Pero ahí esta; a pesar de todo resiste como los jabatos. Líder de audiencia hasta hace pocas semanas, líder en informativos y algo más relevante aún: líder en crédito como nunca. ¡Cómo es posible! Nadie se lo explica. Se podría anotar, solo a modo de tanteo, que a RTVE la salva de la muerte la libertad con la que trabajan en informativos, el rigor profesional que viene de su larga escuela de magníficos especialistas y el haber renunciado de mano a la televisión basura. A partir de aquí todo el mérito es de sus trabajadores. Todo.
