La irrupción en el mundo de un nuevo tipo de gripe conocido como coronavirus está sirviendo de inimaginable test del hombre en el que nos vamos transformando.
¿Por qué no hacemos puñetero caso a los científicos, investigadores y médicos que saben de la materia? ¿Qué nos está pasando? ¿A qué clase de fuerza se debe que se vacíen las ciudades hasta ayer repletas de personas con sus automóviles, sus compras y sus humos?
¿Qué nos dice esta visión de la sociedad que en realidad formamos? ¿Son los medios de comunicación, con su sensacionalismo, responsables acaso? ¿Son las llamadas guerras culturales y económicas (bárbaros contra demócratas) las que contribuyen a este destarife general?
¿El duelo EE. UU contra China, China contra los hombres de Trump, puede estar impulsando la ordalía? ¿Es consecuencia de esa sociedad líquida (Zigmunt Bauman) en que nos hemos convertido desatendiendo las ciencias, la razón y la naturaleza?
¿Muere el sentido común? ¿Han ayudado a esta demolición de conciencias tres décadas de televisiones berlusconianas derramadas por el mundo? ¿Han vuelto por casualidad las brujas (influencers) y sanadores (espiritistas) a ordenar el comportamiento de nuestras vidas?
¿Tan abandonada se siente la mayoría de ciudadanos? ¿Tan descreída? ¿Tan sola? ¿Tan loca? ¿Por qué acude una millonada (incluso navaja en mano) a la tienda o la farmacia buscando su mascarilla? ¿Le da ese trapo más seguridad que el consejo del experto? ¿Que la palabra de su médico?
Lo que nos viene ocurriendo debe ser objeto de estudios muy serios y muy rápidos. Porque no tenemos respuestas, solo miles de preguntas y un asombro inabarcable. ¿Es el miedo insuperable y el exterminio de la razón la primera gran expresión del maremágnum global impulsado por Internet con sus redes?
¿Tan frágiles somos los hombres? ¿Tan rápido hemos claudicado? ¿Somos conscientes de que nos llevan como esclavos al campo de concentración de la superstición y la incultura? ¿Acaso se nos ha transformado ya en juguetes dopados en manos de la ciencia ficción? ¿Somos en realidad personajes de ciencia ficción?
¿Por qué la mayoría de gobiernos toma decisiones extraordinarias y extremas cuando se conoce el primer caso de esta dolencia? ¿Es más peligrosa acaso que un ataque de misiles, que una inundación desbastadora, que el incendio? ¿Por qué se alimenta el miedo con más miedo? ¿Por qué no ha aparecido un laboratorio farmacéutico anunciando un fármaco para la esperanza?
¿Por qué no hacemos caso a recomendaciones tan razonables como esta del gobierno de Canarias: “Si no tienes síntomas, no es necesario tomar medidas y puedes hacer vida normal”? Inexplicable.