Tiempo oscuro y ansioso no apto para largas esperas

Asusta anotar uno tras otro los duros y peligrosos momentos que atraviesa el mundo; o, al menos, ese gran espacio occidental nuestro que más nos afecta y mejor conocemos. La primera sensación que nos embarga es la de que nos estamos resquebrajando. Las grandes batallas políticas y de desinformación nacionales e internacionales nos conducen inexorablemente a bramar y luego ¿odiar? al vecino cada día con mayor fiereza. De momento -es un alivio-, venimos utilizando solo la pólvora de la palabra que es el ruido; mas, como sin darnos cuenta, se nos han abierto dos guerras en los límites y otras grandes turbulencias que se anuncian o amenazan.

La Europa de los 27, que aspira a abrazar a la totalidad de los países de los Balcanes, entró en tiritera cuando Putin invadió Ucrania y pronto cerró el grifo del gas que nos calentaba, refrescaba y hacía marchar nuestras fábricas. Para ayudar al vecino ucraniano a aliviar el castigo que se le infligía, no conseguimos más aliados que los que ya teníamos. Casi solo Estados Unidos, sí, que en ocasiones acude en nuestro socorro, pero que al tiempo es la potencia política, económica y militar que espanta a tantos países del globo.

Ha concluido el delirio feliz de nuestro mundo tras la caída del Muro de Berlín y pronto de los osos rusos que mandaban en Moscú. Sus derrumbes nos trajeron años felices de una cierta paz y el anuncio de la apertura a una era de prosperidad económica. “El fin de la historia” llamó a este nuevo estado del mundo un tal Fukuyama, uno de entre tantos destacados intelectuales/profetas que hicieron la ola a un tiempo de ventura. Pero la historia, bajo su impredecible lona, siguió impertérrita su destino. El gato chino creció hasta convertirse en un ser supernormal que en la era de la globalización se ha comido a medio mundo; y un tarzán ruso llamado Putin se empeña con esmero especial, desde que echó a andar el siglo XXI, en recuperar para Rusia grandes territorios perdidos tras la hecatombe de 1992. Trata de reunir el territorio que acumuló la Rusia de los soviets que él llama la Gran Rusia.

 

«Se resquebrajan la libertad, la igualdad y la fraternidad».

 

Así que las ideas que mueven el Occidente liberal y democrático no han avanzado nada en este tiempo, más bien sucede lo contrario. Bajo nuestros pies se resquebraja el suelo de la libertad, la igualdad y la fraternidad que fueron nuestras fuentes de inspiración y ambición máxima. Una llamada guerra cultural impulsada por la derecha autoritaria crece como un torrente con la aspiración de arrasar con todo. A esta manifestación cabal de sectarismo autoritario y demolición del pasado democrático se vienen sumando con gusto, pero sin proclamación, las grandes tecnológicas de la desinformación, la publicidad, los nuevos y enormes negocios; y hasta la gran empresa tradicional se estira aún más “harta de restricciones económicas y políticas”.

Así las cosas, no solo no extrañan -sino que son de lo más sensatos- los avisos de alarma que se vienen repitiendo sobre el rumbo de la navegación que, a pesar de numerosos alardes, ha tomado la Europa actual cada día más perpleja, menos influyente, zarandeada y cuarteada que pierde pie e influencia en el contexto internacional.

En este mar oceánico también se baña España, aunque en su propia playa. Tres meses sin gobierno -o con gobierno en funciones- y sin una señal cierta de que esta situación pueda acabar muy pronto. Un nacionalismo catalán reducido casi a cenizas tras las últimas elecciones de julio -pero al que le quedaron siete ascuas que son otros tantos diputados decisivos-, ciego y sordo al momento crítico del mundo. Una derecha con un pie dispuesto a dar la patada a los socialistas y el otro en la calle de la algarada; y la ultra exposición y los aliados del PSOE por la izquierda, compitiendo entre ellos por elevar a Pedro Sánchez la exigencia más imposible. Todo se le está poniendo fácil a los topos gigantes que mejor se manejan entre los poderosos del país.

 

«A Sánchez se le agota el tiempo de apnea».

 

Pedro Sánchez, que se sumergió hace tres meses, y aún resiste, en el peligroso mar de la política, como un bajau filipino, tarda demasiado en nadar hasta la superficie con la perla blanca del acuerdo en la mano o en la boca. El tiempo de apnea política se le agota. En la superficie -a él le informan-, casi todo se mueve entre guerras y otros lamentos; inseguridad y miedo mientras trata de abrir la ostra granítica de un acuerdo de investidura que guarda con severidad y celo Junts+ERC.

Debería aparecer en la superficie y explicarse. No solo es la oposición política quien lo exige: es la mayoría ciudadana que está inquieta y no poco irritada. Se entiende que le dará gran canguis ir a nuevas elecciones, pero quizás sería peor para él y su partido que llegara forzado a convocarlas teniendo de antemano la seguridad de que iba a perderlas tras una derrota aplastante.

Los resultados electorales de julio  -y la irresponsabilidad de unos cuantos- han puesto a España en una situación difícil cuando Europa y el mundo no están para muchas distracciones. Las tácticas de apretar, aguantar y esperar, que en ocasiones funcionan como virtud política, quizás no sean a estas alturas las más apropiadas. El señor de Waterloo y algunos otros se lo pueden permitir pues, al fin y al cabo, España y la Cataluña real les importan un carajo.

Fotografía
Banco de imágenes Unsplash

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Cerrar

Acerca de este blog