Israel y los demonios

Los demonios bajan desde su infierno los últimos años con demasiada frecuencia por Europa y alrededores (y casi por todo el mundo). En el llamado Próximo Oriente hace un siglo que moran y hasta reinan. Se aparean y hacen crecer una enorme prole que se convierte rápidamente en amiga y consejera de las más destacadas kipás y los rutilantes turbantes. Así que es imposible la paz.

El pasado sábado día 7, el satán sentado junto al trono de Hamás se colgó una gran medalla. En todo Israel sonaron las alarmas del miedo y la guerra. Antes de que alumbrara el alba silbaban miles de cohetes de sangre enfilados contra decenas de ciudades y pueblos; y centenares de milicianos rompían las alambradas que les encerraban en Gaza, para correr a cuchillo con sus balas a ciudadanos israelíes que dormían o festejaban el día del Sabbat.

Nadie se enteró hasta que los más madrugadores vieron correr la sangre por las aceras y las vísceras de los inocentes estrelladas contra los cascotes de la demolición. El país que se tenía por el más seguro del mundo burlado por el consejo de los demonios.

La guerra que se inició ese día sábado no es, sin embargo, una novedad en nuestra historia reciente; es, sí, un nuevo portón abierto al encono y la violencia que hará derramar más sangre de inocentes (ángeles) de la que venía siendo costumbre en los últimos años. Los muy forofos de israelitas, sus gobiernos, influencias y negocios han gritado su ira con atronador ruido cuando se han dirigido sobre todo contra aquellos que no se muestran como hooligans de los israelitas, contra todo el que no esté alineado con la respuesta de fuego que Netanyahu y el ejército israelí ultiman contra los responsables del ataque terrorista tan cruel, asesino, sádico e indiscriminado.

 

«La derecha se ha lanzado en plancha a favor de Netanyahu».

 

En nuestro país, el grueso de las fuerzas políticas y sociales, y a buen seguro la práctica totalidad de la ciudadanía, están en contra de tamaña vileza y muerte ejercida contra ciudadanos israelíes. Claro que los furibundos -no pocos recientemente conversos, como José María Aznar y su discípula tan aventajada Díaz Ayuso- observan con lupa de entomólogo palabras, silencios y hasta el gesto de todos aquellos sobre los que desconfían que estén en el lado bueno de la historia. Estos proisraelís, como también tantos otros propalestinos, tienen dentro también un demonio de guardia que les indica el camino correcto sobre esta y otras materias tan difíciles y susceptibles de debate e interpretación. Así que el Infierno de verdad debe de estar casi vacío los últimos días.

Con todo, unos y otros, pero sobre todo quienes ven el mundo desde su pasión ideológica o vocación religiosa, no deben de tenerlas todas consigo. Los líderes de las derechas españolas, por ejemplo, se han lanzado en plancha a favor de Netanyahu y su determinación de hierro. Sin embargo, hasta los primeros años del presente siglo, el líder indiscutible del PP, Aznar, se hacía el loco cuando le instaban a apoyar siquiera discretamente al Israel sionista. Era entendible: Manuel Fraga y gran parte de la cúpula política popular venían de un franquismo que nunca se entendió con los judíos porque, entre otras variadas razones, el acendrado catolicismo de aquellos dirigentes hacía imposible que se distanciaran del histórico rechazo al judaísmo de la iglesia católica desde siempre, o sea, desde hacía dos milenios.

 

«La Iglesia rectifica su visión histórica condenatoria del judaísmo».

 

¿Qué ha podido ocurrir para que nuestra derecha históricamente antijudía esté cambiando el paso de manera rápida y hasta de forma sigilosa? ¿Qué circunstancia tan notable está haciendo posible que trueque el demonio antijudío por otro que juega a lo contrario? No existe una investigación pública y solvente sobre la cuestión, o al menos, no es un tema suficientemente debatido y conocido. No obstante -acaso fuera premeditado- el columnista José Antonio Zarzalejos, con la vista y el olfato siempre dispuestos para ver qué se esconde en los pliegues más discretos de la derecha, escribía ayer domingo un artículo en El Confidencial abundando sobre la rectificación que, muy recientemente, ha hecho la Iglesia sobre su visión histórica tan condenatoria del judaísmo y los israelíes.

Zarzalejos se hace eco de declaraciones y textos del fallecido papa Benedicto XVI de los que extrae el cambio radical habido sobre esta materia. Así recoge cómo el papa dijo que: “Desde la época de Auschwitz, es notorio que la Iglesia debe replantearse la cuestión de la naturaleza del judaísmo”. “Reconocía así paladinamente -añade el periodista- que la Iglesia había sido insensible a la cuestión judía”. “Tras la creación del Estado de Israel por parte del Vaticano -continúa Benedicto XVI- se formó una doctrina teológica que condujo en última instancia al reconocimiento político de Israel” (…) “Pero el desgarrador arrepentimiento de Benedicto XVI (…) -insiste Zarzalejos- va más allá en la carta que remite al gran rabino de la comunidad de culto israelita de Viena (sic) en septiembre de 2018 en la que dice ‘Esta disputa entre cristianos y judíos (…) entablada a menudo y casi siempre por los cristianos sin el debido respeto a la otra parte (…), en última instancia, desembocó en la triste historia del antisemitismo nazi’”.

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