
Sumar cerró con alborozo un acuerdo de coalición electoral con más de una docena de partidos, pero la ministra de Igualdad, Irene Montero, no está encajada en el puzle. Así que la galerna política de la última semana no acabó. Si no logran en los próximos días un encaje para que entre en las listas con certeza de escaño, la batalla más desabrida, brutal y pública se dará en pocas semanas, así que pase el 23J y sea cual sea el resultado electoral. Pablo Iglesias y su mesa de gregarios no perdonan jamás.
La tensión en el PSOE viene de otra encarnadura ya antigua. Si Pedro Sánchez logra formar gobierno, las palabras del secretario general socialista de Castilla y León, Tudanca, se las llevará el viento y los señores barones de Aragón y Castilla-La Mancha, se tragarán sus bilis por siempre jamás. Cosa distinta será si no logra renovar mandato. Pero ese suceso da para varios comentarios futuros.
Cuestión diferente es si Feijóo no logra formar gobierno este verano. La buitrera popular lo hará pedazos en pocos días y, en paralelo, los halcones que le esperan -Ayuso en particular- se harán con el partido. Entonces el fantasma de Vox se convertirá en amigo y el PP, que no cambiaría de nombre, actuará de nuevo como la antigua AP (Alianza Popular), ese espacio de políticos del franquismo que buscaban su encaje en la democracia en el que también se encontraban muchos de los ahora díscolos de Vox. El PP sería muy parecido a la extrema derecha, casi no se distinguiría de ella.
Pero Feijóo y su exiguo equipo de compañía no esperan ese escenario. La guerra cultural tan destructora que se viene dando en España -en la actual legislatura particularmente- ya obtuvo sus magníficos frutos en las elecciones autonómicas y municipales del 28-M. El relato tan destructivo sobre la figura de Pedro Sánchez fue la sábana negra que cubrió (y llegó a silenciar) las pantallas por las que su partido proyecta los datos económicos e hitos políticos e institucionales de una legislatura. Nada hace pensar que en la nueva refriega electoral tenga necesidad de variar su discurso, ni Vox el suyo; más bien acerarán su verbo.
«Al PP le basta con continuar negando a Sánchez».
Lo cierto es que no les falta razón: los socialistas no tienen otro camino que insistir con celo en explicar cómo sus políticas económicas, sociales y territoriales colocan a España en una situación de cierto privilegio frente a buena parte de los países europeos, tras la travesía por una legislatura de volcanes encadenados de toda clase. Entienden que centrar el debate electoral contra la derecha de la negación les puede dar alguna chance a cambio de situarla, eso sí, en el centro del debate.
Ante el frenesí histérico de Sumar para llegar a entenderse con un largo número de formaciones políticas dispares y dispersas por todo el territorio patrio, y los apuros de Ferraz para atemperar genios y nervios de los suyos e impedir que la derrota del 28M dilapide por completo la esperanza de la militancia, el PP se ilumina con el oro de la victoria, sus pompas y sus obras, y desatiende con arrogancia los capotazos que le lanzan los socialistas. No se conoce aún responsable solvente de economía ni líneas generales de programa ni, mucho menos, asomo de alboroto alguno en sus listas de candidatos. Le basta con continuar negando a Sánchez y anunciar a diario nuevas derogaciones. La derogación de Sánchez no es solo echarlo de la Moncloa, sino que lleva consigo otras muchas cancelaciones: ley de vivienda, bajada de impuestos para ricos especialmente, derogación de la ley de memoria democrática… Y lo más relevante: rehabilitar el ultraliberalismo que pasa por algunos apuros por primera vez en Europa, tras cuarenta años de crecimiento y hegemonía. Claro que esto no lo manifestarán con total claridad.
El PP sabe que va en la buena dirección, que los resultados electorales últimos le confirman que ganan más radicalizando el discurso (acercándolo al de Vox) que proponiendo nada. El único programa de éxito es el que responde a los azares de cada día. Así que no debe sorprender a estas alturas que hagan suyas mamarrachadas, desvaríos y mentiras como las que se difunden, por ejemplo, en pueblos fruteros del entorno del Parque de Doñana: “Los socialistas prefieren a los patos antes que a los agricultores”. O “la salud de las vacas les importa más que nuestra ruina”.