La derecha tiene las mejores cartas, solo le queda jugarlas bien

La derecha da por seguro su triunfo el próximo día 23 de julio. Sus portavoces, sin embargo y por el momento, no lo cantarán a boca llena: temen que parte de sus electores más tibios o perezosos pudieran no volver a votarlos y acaso se les tilde de prepotentes o chulos. No obstante, bastantes de sus altavoces de propaganda no se achican con estos menudeos tácticos y ya disparan su euforia. Como el diario El Mundo de ayer domingo, que titulaba en portada: El PP se dispara. Así pues, prudencia y euforia al mismo tiempo.

En esta ocasión, la esperanza de los populares coincide -o está muy cerca- con lo que con probabilidad puede ocurrir. La matemática electoral, que trabaja con las series históricas, los resultados y los números y siempre es más certera que el olfato político, lo tiene claro: PP más Vox ganarán las elecciones generales. El único margen que le quedaría al PSOE y al resto de fuerzas políticas que normalmente no acuerdan con la derecha será que la suma de PP y Vox no alcance la mayoría absoluta.

Es la única ventana de esperanza que les queda y la humilde luz que les puede alumbrar y dar optimismo en este largo mes de campaña que les espera. Pasado el mareo enorme de confeccionar las listas electorales y rematar los exiguos programas electorales, será éste el frente de la muralla sobre el que tendrán que dar la batalla. Si el PSOE y sus aliados traspasan ese lienzo de la muralla tan difícil, tendrían la oportunidad de formar el gobierno más complicado de sus vidas.

PP y Vox han dado un mazazo electoral enorme, no tanto al PSOE, que se mantiene por encima del 28 % de electores, sino a sus aliados que forman parte del gobierno y a otros que les apoyan normalmente en el Parlamento. Podemos ha sido arrollado en las urnas casi como Ciudadanos, en tanto que la coalición electoral que tratan de cerrar a marchas forzadas Yolanda Díaz y su equipo es una incógnita, más allá de la buena gestión y el glamour que se otorga a la política gallega. Los frutos que den los posibles acuerdos en este ámbito no deben parecerle buena cosecha al socialdemócrata Pedro Sánchez, cuando apunta su interés por competir en esos caladeros electorales que hace tanto tiempo dejaron de ser socialistas. Este es el gran tema del momento, el central, el genuino: Pedro Sánchez tiene muy difícil repetir mandato.

 

«El PP siempre ha descabalgado al PSOE de La Moncloa a garrotazos».

 

Luego está por qué se ha llegado hasta los actuales resultados, para sorpresa incluso de los protagonistas en liza, PP y PSOE, pero también de Podemos, ERC y otros. Unos, porque no sospechaban tener victorias tan amplias; otros, derrotas tan laminadoras. Aunque es verdad que Pedro Sánchez y su equipo de estrategia de nuevo vuelven a tropezar en la piedra que no logran apartar de su vereda. Los socialistas -o al menos, sus más recientes líderes- siempre han manifestado gran torpeza a la hora de entender el significado de los movimientos políticos y sociales de fondo. Les ocurrió en el 15M. No vieron la fuerza que traía Podemos hasta que advirtieron con estupor cómo esta novísima formación política les comía centenares de miles de votos. Y en los últimos años, no han advertido con tiempo suficiente el poder devastador -también para ellos- de las batallas culturales en marcha y lo abrasivo de una cierta vuelta al pasado que dice llegar en socorro de una sociedad en transición hacia quién sabe dónde, desconcertada y con miedo. En el cambio de era por el que vamos caminando, las derechas más duras han tomado antes que nadie el pico y la pala con los que desmoronar poco a poco las democracias e inflamar nuestras naciones de nacionalismos y autoritarismos.

Pero hay más memoria que recuperar en estos momentos. El PP siempre ha descabalgado a los socialistas de La Moncloa -como ellos mismos han reconocido y es evidente para todos- a garrotazos. Campañas sucias y vocinglería política extrema, ayudadas por unas nutridas vanguardias mediáticas de verbo salvaje e incendiario. Recordemos el “Váyase, señor González” atronador o la befa monumental que hicieron de Zapatero ZP, hasta hacer creer a la mayoría de los españoles que la crisis económica mundial de 2008 fue responsabilidad solo suya. La primera derrota de Mariano Rajoy -o la caída de Aznar, como se quiera ver- vino de otra manera. Se puso frente a la inmensa mayoría de españoles y gran parte de los europeos, llevando nuestro país a la guerra de Irak y pocos meses más tarde, en vísperas electorales del 15-M, pretendió culpar a ETA del atentado terrorista más grande ocurrido en Europa en los últimos tiempos, cuando se ha probado que rápidamente el Gobierno tuvo algo más que indicios -o sea, certezas- de que las bombas las habían cebado islamistas radicales.

 

«Sánchez preside el Gobierno en un tiempo de enormes dificultades».

 

A la hora de contextualizar la batalla política y electoral que se da contra Pedro Sánchez, teniendo parecida urdimbre que las anteriores -furor extremo, deslegitimación política del adversario y enormes falsedades- encontramos otros ejemplos. Lo están maltratando de manera parecida a como la derecha de entonces -que pronto entraría casi al completo en AP- hiciera con Adolfo Suárez. El presidente del Gobierno, que junto con el rey Juan Carlos y el consenso de las fuerzas democráticas que venían de la clandestinidad o el exilio, contribuyó de manera decisiva a la recuperación de la democracia, salió del gobierno por la puerta falsa de una dimisión nunca explicada y como un apestado. Fue entonces cuando, derrumbada la UCD, Alianza Popular (AP), la fuerza política más próxima al franquismo en derrumbe se constituyó en el primer partido de la oposición y luego llegaría a gobernar como PP.

Habría algunas similitudes más entre la caída de un vilipendiado Adolfo Suárez y la que se busca de Pedro Sánchez.  El primero fue la cara y el motor del cambio de la dictadura a una naciente democracia en nuestro país. Un acontecimiento histórico por el que ese hombre pasó a la historia de España con letras mayúsculas. Pero como por esa hazaña era difícil echarlo, acudieron a la España en ruina económica, al terrorismo de ETA y al nerviosismo de los cuarteles. Pedro Sánchez preside el Gobierno de España en un tiempo de enormes dificultades, grandes catástrofes sanitarias y naturales y, sin embargo, sale de ellas con nota: más empleo, mayor crecimiento, notable presencia y prestigio internacional, y en marcha un plan de modernización del país como nunca se había hecho desde los años ochenta. Sin embargo, puede salir del gobierno por lo que muy pocos pensaron: demonio, dictador rojo y antiespañol. Uno de los países de Europa que mejor cara reformadora presenta puede tirar a su gobierno en base a patrañas tan simples como dañinas que, repetidas millones de veces por miles de registros, llegan a adquirir la apariencia de reales. Sí, nuestro país también está siendo atrapado por la furia de nuestro peor pasado.

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