Comienza la campaña: una moneda al aire

Cualquier gobierno en la España de los años 80, 90, e incluso de vísperas de las grandes crisis con las que amaneció el presente siglo, mostrando la gestión -su resistencia y encaje también- que exhibe el Ejecutivo de coalición de Pedro Sánchez, no hubiera tenido problema alguno para ganar unas elecciones como las del próximo día 28 de mayo y, muy probablemente, las generales de diciembre. Sin embargo, en este tiempo de veletas alocadas, nada está decidido. Los resultados son una moneda que vuela en el aire. Esta es la abismal diferencia entre un tiempo político y otro. La buena gestión pública tiene menos valor que la mala sensación o imagen. La razón y los hechos concretos son desplazados, bien por ocultación, bien por descuartizamiento, gracias a la furia política que desconcierta y acaba por incendiar a buena parte de la ciudadanía.

La expansión sin freno del ultraliberalismo desregulador y global, unida pronto a los efectos disruptivos tan extraordinarios que traen las tecnológicas al pretender achicharrar todo lo conocido (menos la acumulación de riqueza y la codicia), han barrido la verdad de tal manera que la banalidad festiva y la superchería de influencia totalitaria se aprestan a dirigir el mundo a toda velocidad. El nuevo tiempo de rapiña social y alto enriquecimiento de una minoría en detrimento de una enorme mayoría se acompaña y refuerza con la suelta por la plaza pública de viejos monstruos históricos. Los gobiernos democráticos son estigmatizados de comunistas, dictadores o corruptos que engañan sistemáticamente a los ciudadanos. Hasta el pujante tiempo democrático, de restauración económica de Europa y cohesión social que arranca tras el plan Marshall, es tildado ahora como un invento de la izquierda. Se quiere imponer el dirigente fuerte y sin complejos, el más decidido, el protagonista, frente al gregario lanar tradicional en la caducada democracia.

Su empeño último es hacer desaparecer de la memoria colectiva europea presente la realidad de un largo tiempo en el que la Europa democrática llegó a alcanzar el máximo equilibrio social y político de su historia. Se trata de hacer que mute aquella realidad en otra mentira. Dicen, por ejemplo, que los mayores -los boomers, vamos- son unos auténticos egoístas: no hace falta nada más que reparar en el jodido mundo que nos han dejado, en tanto que ellos se aseguran sus buenas pensiones. De esta manera, pretenden reforzar las argollas que maniatan durante demasiado tiempo a los jóvenes. Unas generaciones que, para sorpresa total, no han sido protagonistas de gran cosa durante los últimos cuarenta años. Unas generaciones sin épica política que contar.

 

«No es extraño que Sánchez y los suyos estén más que inquietos».

 

El siglo XXI de feroces crisis consecutivas inquieta al mundo y, ay, desmoviliza de manera muy notable a los jóvenes por primera vez en la historia moderna. Gran parte de ellos se sienten abandonados por los gobiernos y adulados y explotados por las empresas. Esperan bien poco de nadie y se dejan mecer por la penuria de sus trabajos y la feria permanente que les regalan las redes. Así que los nuevos brujos de la ambición política ni siquiera se ven obligados a presentar programas electorales segmentados por ciudades, Comunidades Autónomas o referidos al Estado: les basta con unas escasas cuartillas escritas a la ligera y dirigidas a todos. Pues desde La Coruña a Almería, por ejemplo, no hay diferencia: son España. Es lo que hace Vox en las presentes municipales. Aunque habría que decir que la más adelantada en estos menesteres fue Dolores de Cospedal cuando, siendo secretaria general del PP, afirmó que los programas electorales se van escribiendo a medida que transcurre la campaña. Vamos, que la paródica realidad se encarga de tomar la iniciativa.

Así que no es extraño que Pedro Sánchez y los suyos estén más que inquietos, sulfurados. Resulta que la construcción de un embeleco llamado gobierno Frankenstein pudiera tener más tirón electoral que la inversión de 170.000 millones de euros destinados a la modernización industrial más profunda abordada jamás por nuestro país. Podrían vencer las fuerzas políticas que más vociferan por los múltiples altavoces dispuestos a su servicio para denigrar al adversario y mantener embarrado el camino de la razón que busca la verdad. Con todo, de nada vale ofuscarse insistiendo en la búsqueda de respuestas en los mismos mapas de siempre, sean estos la Constitución o las grandes leyes. El discurso político de la contra tan crecida lo ningunea y/o simplemente lo excluye. Están consiguiendo que la ley sea una blanda gelatina que se adapta a la construcción de cualquiera de sus embaucamientos, con los que atizan a la razón y la verdad de los hechos.

 

«Somos un país de referencia en Europa de nuevo».

 

Reparemos, sin ir más lejos, en la proposición de ley del PP andaluz para regular determinados regadíos en los límites del parque de Doñana. Resultó un fiasco. Va contra la verdad, la ley y la posición del Gobierno de España y la Comisión Europea. Sin embargo, el revés quieren devolverlo con el mantra de que “Sánchez quiere dejar sin agua a los andaluces”. No es verdad, pero habrá cientos de tribunas y decenas de miles de voces que lo justificarán. La mentira vence a la certeza si una mayoría está dispuesta a hacerla suya.

Termino enlazando con el primer párrafo de este artículo: la paradoja de tener la victoria electoral en el alero exhibiendo una gestión tan robusta. Porque el gobierno de coalición llega a la campaña electoral habiendo cerrado un pacto salarial con patronal y sindicatos, la economía española crece entre las primeras de Europa, mejora el empleo, la inflación baja y se conjuró el crac energético. Se ha llegado a un acuerdo histórico sobre pensiones avalado por Bruselas y hasta ha acontecido el milagro de la paz con el vecino Marruecos. Somos un país de referencia en Europa de nuevo; nuestro presidente del Gobierno fue el primer líder mundial en entrevistarse con Xi Jinping cuando este comenzaba a sondear la posibilidad de un alto el fuego en la guerra que libra Rusia con Ucrania; y se entrevista con el presidente Biden en plena campaña electoral. Y todo ello tras ayudar a superar una pandemia diabólica, atemperar el sufrimiento causado por el volcán de la isla de la Palma y gestionar un país cuando una parte de Europa entra en guerra con ramificaciones mundiales.

Fotografia
Banco de imágenes Unsplash

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Cerrar

Acerca de este blog