La victoria de los trolls

La derecha y la extrema derecha españolas han obtenido una victoria electoral arrasadora. El PSOE pierde cerca de cuatrocientos mil votos y queda prácticamente barrido de los gobiernos autonómicos y grandes ayuntamientos.

El hígado de los españoles se ha impuesto a cerebro y corazón. España. La trágica España cae una vez más en manos de cruzados. Se ha impuesto como verdad un mal inventado. La noche del 28 de mayo entramos por la puerta grande y buena nota en el gran club del negacionismo mundial, la furia verbal y hasta la violencia ideológica. Lo real ha dejado de existir.

Pedro Sánchez trajo a España la pandemia de la covid, provocó la invasión de Ucrania por Rusia, dio vida a ETA de nuevo y negocia con los separatistas catalanes su independencia de España. Este malnacido presidente ilegitimo conduce a España hacia una dictadura, y hasta la noche de ayer estaba claro que si ganaba las elecciones sería porque había practicado el pucherazo de forma masiva.

Este discurso -exudado mismo de las brasas del apocalipsis- se lo han creído demasiados españoles. Se han asustado y reaccionado con furia contra ese al que todos los días durante los últimos cinco años se le señala como el hombre del mal. Sin duda, el presidente Sánchez conocía, y sufría, todo lo que le venía cayendo. Pero o no le dio la importancia que debía o creyó que su gestión de gobierno -sin duda, importante y en gran medida loable- vencería tanta superchería y mentiras. Pero ha resultado que las derechas han convencido a la mayoría de los electores de que el mentiroso era él.

La democracia que viene de la Constitución del 78, tal y como la venimos entendiendo y practicando, queda malherida. Triunfan el miedo y la confusión, cuando los poderes públicos democráticos deben auspiciar lo contrario: seguridad y transparencia.

 

«En España se ha cumplido también la máxima de Trump».

 

PP y Vox han ganado las elecciones municipales y autonómicas celebradas ayer sin haber hecho públicos programas ni propuestas. Con negar a Pedro Sánchez, su partido y coaligados les ha sido más que suficiente: un triunfo casi histórico de estos partidos. Claro que España, a partir de hoy y hasta el próximo diciembre electoral, pudiera parecer el infierno y no precisamente por el calor en alza de nuestros veranos, que además adoban los grandes incendios.

La derecha demandará ya con insistencia y vehemencia las llaves de la Moncloa. Puede que se empeñe a diario en exigir al presidente Sánchez que adelante las elecciones con urgencia, pues entienden que ahora “sí que no está legitimado por las urnas” para seguir un día más en la Moncloa. En nuestro país, en fin, se ha cumplido también la máxima de Trump: que mientras más se excede (y saca los pies y algo más del tiesto), más apoyo y méritos contrae.

A los socialistas y demás izquierda, incluso antes de que se les acabe el llanto, les queda dar una buena pensada a su situación y al color del país que los electores pusieron ante los ojos de todos. Ya no tienen más tiempo, se les acabó. No habrá prorroga. No pueden equivocarse más en la percepción del momento que vivimos. Han caído en la práctica totalidad de las Comunidades Autónomas y las grandes plazas municipales. Casi todo comenzó con la pérdida de Andalucía -tierra en la que se siguen desangrando en votos- y ahora se les caen en torrentera gobiernos regionales, provinciales y municipales en toda España.

 

«Los barones van a responsabilizar a Pedro Sánchez».

 

Aguantan, eso sí, en Cataluña, País Vasco y Navarra, territorios donde los electores sí han entendido la renta positiva de la mediación política y el acuerdo con fuerzas nacionalistas. Pero no ha sucedido lo mismo en el resto de las Comunidades Autónomas o ciudades que ha gobernado hasta ahora en coalición en su mayoría. Los llamados barones van a responsabilizar a Pedro Sánchez de su derrota. Ellos ya lo advirtieron. Pensarán que han perdido por el empeño del presidente en buscar la concordia a base de cariños y cesiones con los territorios en grave conflicto territorial.

¿Se ha equivocado Pedro Sánchez? Claro, y ha acertado también en gran número de decisiones en los últimos años. Pero el último error ha sido determinante: confiar en que la gran gestión de su gobierno y su liderazgo detendrían la llamarada derechista creciente en el mundo y que progresa con pasos de gigante también en España. La que creía su gran baza, un país mucho mejor y más solidario después de tantas calamidades pasadas, se le evapora para siempre jamás en las urnas de ayer domingo 28.

Ahora se ve con toda claridad que en la Moncloa y Ferraz no supieron ver la hondura autoritaria y radical de la ola trumpista que crece en nuestro país desde hace algunos años. No es el primero ni será el último al que le suceda. Ocurre que hace décadas que dejamos de tener relaciones con ese mal absoluto llamado autoritarismo y se nos ha olvidado a qué huelen el despotismo político y otros males mayores.

Se comentará en cientos de podcasts y se escribirán decenas de miles de páginas sobre lo ocurrido el día de ayer y sus consecuencias. La presente legislatura acabó, queda por ver cómo se remata.

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