Volar a Pekín

Por primera vez desde el inicio de la invasión de Ucrania por el ejército ruso, aunque con gran prudencia todavía, se intenta dejar de hablar únicamente de armas, ¡más armas! Pekín ha abierto sus puertas al mundo en conflicto para explorar salidas negociadas que busquen un armisticio. La capital de China se convierte en el centro de la conversación política del mundo, un hecho que muchos pretendían, pero que el furor guerrero de unos y la prudencia política del resto no lograron evidenciar hasta ahora.

La primavera de Europa no empieza entonces demasiado mal. Los más reservones son norteamericanos y las autoridades políticas y militares ucranianas. Los primeros porque esta guerra que desgasta a Rusia en el corazón de Europa les procura, además, una gran renta al vender (y experimentar) antiguas y nuevas armas; los segundos, porque envueltos en el torbellino rojo de las armas, solo sueñan con que el enemigo abandone sus tierras.

Pero la mayoría de los europeos -y debemos suponer que las mentes más sensatas y las personas pacíficas del mundo- habrán exhalado una gran bocanada de alivio. La guerra mata y hace imposible que la rueda del mundo gire con normalidad; nadie la desea salvo los desequilibrados. Sin embargo, va anillada a la naturaleza del hombre como las plumas al pájaro. Los europeos conseguimos detener las armas por más de setenta años continuados, todo un récord histórico. Pero el año pasado acabó la dicha como casi siempre ocurre en esta práctica satánica del hombre: con una invasión de fuego, tanques y misiles.

La guerra que se libra en suelo de Ucrania ha trastocado el habitual juego del mundo; acelerado los enconos siempre latentes entre hemisferios y potencias; y realineado de forma súbita a los países de Occidente frente a Rusia y otros grandes países como China, India y hasta Arabia Saudí que, en esta ocasión sí, miraron a Washington y a la vieja Europa de forma retadora. Ese estado de guerra y máxima tensión del mundo quieren ser abordados en una mesa de diálogo que ha comenzado ya, con la exploración que ha decidido abordar el presidente chino Xi.

 

«Algunos estarían deseando que esa vía de la paz no prospere».

 

Las dificultades por venir pueden ser incontables, sobre todo porque Washington se resistirá a que Pekín logre ventaja estratégica alguna con esta mediación y porque Occidente al completo recela que una mediación exitosa de China en el conflicto la colocaría definitivamente como gendarme cualificado, también, de Occidente. No obstante, nadie se ha negado a que Pekín se abra a la mediación. Claro que unos -USA, Polonia o países bálticos, por ejemplo- estarían deseando que esa vía de la paz no prospere; y otros, digamos que Francia, Alemania y también España, no desdeñan esta vía.

Este proceso de consultas y puede que posterior diálogo se inicia cuando comienza la campaña electoral más larga y enconada de España. Con los antecedentes de burricie, mentiras y el retorno al medievo franquista al que algunos aspiran, todo indica que la guerra de Ucrania también entrará en la campaña. Si Feijóo ya ha denunciado al presidente Sánchez de “rendir pleitesía a gobernantes autócratas” cuando acude a la Conferencia Iberoamericana de mandatarios de Latinoamérica, en Santo Domingo, podemos imaginar qué barbaridad puede iluminar las mentes de sus asesores al verle en la televisión hablando con el dictador Xi.

Porque, efectivamente, entramos en una campaña electoral de nueve meses de duración en la que lo más atacado con la pedrada de la mentira será el presidente Sánchez. El ruido -esa argamasa con que la oposición, y no solo ella, construyen el discurso político los últimos años en España- será el fondo musical de la película política de nuestro país. Las mentalidades totalitarias crecen y la historia moderna ha demostrado con hechos que las fuerzas políticas que las encarnan obligan a que se acepte como verdad solo lo que proviene de su ideología extrema.

 

«La inventiva de las derechas se ha estirado bastante».

 

Tenemos antecedentes rabiosos en otros muchos países, singularmente en USA. Desde que la prensa destapó el escándalo de la empresa Cambridge Analytica, que orientó el voto hacia Trump en base al tratamiento de millones de datos de usuarios de Facebook, no deja de crecer el retorcimiento de los datos y la creación de noticias y relatos engañosos. Veremos a ver qué novedades nos trae a la interminable campaña electoral española esta nueva mala ciencia de la manipulación y la falsificación.

En nuestro país, los asesores de campaña, esos especialistas que sacan brillo a la muesca del algoritmo y alimentan las máquinas del ruido con carne fresca del enemigo, deben de estar ultimando en los sótanos acristalados de los partidos su novísima producción de maldades. Ya sabemos cómo se las gastan: solo sal gruesa. Por ello, estamos ansiosos por conocer sus novedades; qué maldad es la más original; qué cuchillada a la verdad es trending topic y en qué vehículo de futuro corre el incendio de la farsa.

La inventiva de las derechas se ha estirado bastante en los últimos tiempos, aunque casi nunca se han salido de su triangulo del éxito: Sánchez, separatistas, Bildu-ETA.  Casi todo crece y gira en torno a esta noria. Unidas Podemos y nacionalistas tampoco han ido mucho más allá en creatividad: domina el duopolio de fachas y corruptos. El Gobierno y los socialistas se mantuvieron prudentes durante años; no entraron con colmillo en la pelea. Hasta hace unos meses.

A buen seguro que ha habido gurús que han entregado relatos y eslóganes poderosos. Habrá que confiar en que su creatividad no vaya más allá de poner lazos y colores a la verdad que procede de los datos y los hechos confirmados. Aunque probablemente, el presentismo de cartón piedra del líder del PP, con sus palabras de laboratorio tan agresivo como amateur, les servirá de gran inspiración para sus respuestas. Quién sabe si el desmayado viaje de palabras y descosidos de Feijóo en la persecución del presidente del Gobierno está inspirando al laboratorio socialista mucho más de lo que Génova sospecha.

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