De vacas y otras peleas en el corral

De nuevo, entramos en campaña electoral. Ahora se trata de elecciones autonómicas en Castilla y León, una inmensa comunidad en declive poblacional, y otras, durante los últimos 30 años, gobernada por el PP durante casi toda la vida. Este partido siempre la ha tenido como un valor seguro. Viene siendo lo que fue Andalucía para los socialistas. Más que un granero electoral – tiene poca población – es un seguro de escaños con pocos votos. Es uno de los territorios en los que la ley electoral favorece las hectáreas sobre las personas.

En las elecciones del próximo febrero, tan precipitadas, se juegan, además de Mañueco la presidencia de la Junta, Pablo Casado su despacho presidencial de Génova, 13. Casado ahora está en manos del voto de los castellanos. Si Mañueco logra formar gobierno respirará hondo y habrá frenado por un tiempo las ansias de Díaz Ayuso y su cinturón de hierro. De no ser así, su futuro será tan negro como el luto de Juana la Loca.

Es por ello que en esta batalla utiliza todo lo que pueda dañar al adversario socialista incluido, como se está viendo los últimos días, el lanzamiento de bosta de vaca, la pinguosidad de la gallinaza de corral y hectolitros de purín del cerdo. La campaña castellanoleonesa de invierno ha comenzado en el extremo exacto de la granja, ese que aloja los grandes montones de estiércol.

Todo empezó con el resbalón (¡y van…!) del ministro de Consumo, Alberto Garzón. No tuvo mejor idea que acudir hasta el The Guardian británico para hablar de “la mala calidad de la carne” y de lo que se ha dado en llamar macrogranjas y otros recintos muy amplios para la cría y engorde animales. Ese fue su traspiés. Todo lo ocurrido a continuación es un vendaval de manipulación, ruido e interés electoral.

El PP (y su sombra Vox) se han encaramado al tractor amarillo de la exageración, el engaño y la furia hasta convertir el inicio de la campaña en una historia apestosa en la granja. Sus animales, a diferencia de los parlanchines y concienciados de “La rebelión en la Granja” de George Orwell, no hablan, están aterrados y mudos, nada esperan salvo la muerte.

 

¿Qué tienen que ver las macrogranjas con el futuro de León y Castilla?

 

A pesar de tantas aperturas de informativos diarios con la polémica en la granja, muy pocos saben de qué va este lío. Otra más de políticos; batalla que ganan los marrulleros. ¿Pero qué es eso de las macrogranjas; la ganadería extensiva e intensiva; la contaminación por metano y ureas rancias? ¿Qué tiene esto que ver con el inmediato futuro de los viejos reinos de León y Castilla; de qué van estos políticos tan sañudos?

Pues de alimentación, un asunto importante y de difícil gestión y digestión que, mire usted por donde, oh, sorpresa, se venía manejando hasta ahora con cierta sensatez por gran parte de gobiernos, partidos políticos, organizaciones agrarias diversas; y todos ellos muy atentos al debate que sobre la misma cuestión se viene desarrollando en la Europa comunitaria.

Castilla y León, PP, Castilla La Mancha, PSOE, Aragón, PSOE, Cataluña, nacionalistas, vienen legislando y actuando en esta materia de manera muy similar y en sintonía con el Ministerio de Agricultura. La amenaza de las auténticas marcrogranjas (hasta 20.000 vacas, decenas de miles de cerdos, gallinas, pavos y hasta ocas en una instalación kilométrica) está conjurada. Hay decretos de Agricultura que así lo expresan. Porque es cierto que algunos fondos de inversión, llamados por píos empresarios españoles muy atentos a las bicocas, llegaron a imaginar y luego proponer la construcción de este tipo de granjas monstruo. Pero ello se detuvo. Se quedó solo en otro más de los tenebrosos sueños que produce la codicia.

Además, nuestra Europa comunitaria no va por ese camino ni mucho menos. Francia es la más vigilante por intereses propios, sí, pero se alinea con Alemania, Austria y Holanda en el control de los grandes productores de ganado intensivo. Italia nunca ha estado aquí. Su ganadería tiene otra historia y trabaja un futuro diferente.

 

«Los garzoncitos exigen ganadería extensiva y granja tradicional».

 

Entonces por qué el PP ha llevado la cosa hasta tal extremo, y Garzón y los suyos mantienen la pelea. Sencillo: la mentira y una tremenda bataquería de bostas llaman más la atención (polarizan, concentran, enardecen) que la explicación serena y cercana a lo real y sensato. A medida que viene ganando protagonismo lo rural (la España vacía), la gran mayoría de nuestros políticos, que observan el campo con ojos e interés de la ciudad y la avaricia del voto, la lían cada día más.

La zaragata que llevan a propósito de las macrogranjas tiene, aunque no lo parezca, alguna similitud con el empeño de hacer que crezcan y se desarrollen artificiales manadas de lobos en el mundo rural desde el Sistema Central hasta las montañas de Asturias. Son propuestas de urbanitas que desconocen por completo “eso de lo rural. Para gran parte de ellos son arbolitos, ríos y pueblecitos bellos con chimeneas y chorizo riquísimo a los que les viene muy bien la estampa felina, inquietante y romántica del lobo.

Ese urbanita tampoco quiere ver en ese territorio granjas más grandes que la tradicional pocilga o en el encantador gallinero. Pues bien, ese lobo daña más que beneficios recibe el ganadero, y la granja tradicional es la ruina. Si al menos los destrozos del lobo se pagaran al ganadero en su precio y a tiempo, bien, los urbanitas podrían incluso hacer excursiones por la Sierra de la Culebra en busca del lobo o la vista de la lobera. Pero no es el caso.

Como tampoco se puede vender a su precio la excelencia del huevo de gallinas sueltas o del buey y la ternera libres. Pero los garzoncitos exigen ganadería extensiva y granja tradicional. ¿Han informado que la mayoría de los españoles y europeos no pueden pagar esa carne o esos huevos?

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