
El PP ha entrado en una cainita y muy ruidosa disputa interna por el poder. Los mínimos laureles obtenidos por Pablo Casado en su agotadora Convención de Valencia se han marchitado la última semana. Así que, en el próximo futuro, no conoceremos encuestas encargadas por Génova 13, esos bien cocinados números que mostraban cómo la labor opositora dinamitera del presidente popular tanto rentaban. Casado y el PP entran en un invierno de frío y barro.
La verdad, no obstante, es que la actual disputa no viene causada por hechos o acontecimientos nuevos. Se trata, una vez más, del temor del palentino a que Díaz Ayuso le birle la silla presidencial. O eso confirma en privado su equipo (¡vaya tropa!). ¿Y por causa de la ambición de la presidenta de Madrid – que sería legitima en todo caso – se pone al frente de esta batalla interna? ¿Quién le asesora, un grupete de piernas? ¿O es, sin más, su pavor el que le lleva a defender la puerta del palacio? ¿No es consciente, además, de que este episodio político tan llamativo y cruel despierta de nuevo expectativas y apetencias en no pocas baronías autonómicas, donde le quieren bien poco y que en silencio observan su grave torpeza?
“Un Casado débil y discutido dentro y fuera del PP”.
La dramatización a la que lleva Génova 13 el conflicto interno incrementa de forma muy notable su gravedad. Será por ello que hayan hecho saber que su gran preocupación no se debe a que Díaz Ayuso aspire ya a la presidencia del PP de Madrid, sino porque desde esa atalaya, que tanto horizonte domina y poder retiene, acometerá el asalto del partido si Pablo Casado no alcanza la Moncloa tras las próximas elecciones generales. A eso se llama guerra preventiva, actividad en la que, por otra parte, el PP tiene gran experiencia.
Además, esta confrontación se da en la Comunidad de Madrid, donde Díaz Ayuso tiene más posibilidades de victoria. Un Casado débil y discutido dentro y fuera del PP, fuera de la Moncloa y solo con la magra ayuda del alcalde de Madrid – a quien ha obligado a zambullirse en el enredo – tiene pocas posibilidades de victoria. Ha puesto en la tesitura de elegir entre papá y mamá a la mayoritaria prensa conservadora de Madrid, que les apoya sin fisuras hasta ahora, y el empresario madrileño votó en masa por Díaz Ayuso en las autonómicas de mayo.
“El trance que enfrenta a los populares es cosa de dos”.
Las encuestas para uso interno que unos y otros manejan los últimos días indican que Pablo Casado es arroyado en Madrid (no tiene nada que hacer) por la presidenta que, a estas alturas, además, vuela fuera de la capital y obtiene mayor favor que él entre el electorado nacional del PP y claramente en el de Vox.
Teodoro García Egea, el general secretario destinado por Casado para conducir sobre el terreno esta batalla, quedó desactivado cuando Díaz Ayuso anunció que le había bloqueado su whatsapp. El difícil trance que enfrenta a los populares es ya cosa de solo dos por la torpeza enorme de Casado. Ni uno ni otro pueden esperar ayudas externas importantes. Están, claro, los medios de comunicación y los “amigos” de unos y otros con poder y recursos. A los primeros, les obligan a elegir entre papá y mamá; y es bien sabido que mamá, al frente de un gobierno con recursos, tiene mayor capacidad para el mimo y los convenios de colaboración. Y qué decir de gran parte del empresariado madrileño: Díaz Ayuso, por el momento, es la niña de sus ojos.