La radicalización del PP no tiene límite. Cuando un partido de gobierno hace trizas con su palabra y desplantes el normal desarrollo democrático, se dice en el mejor español “que se ha echado al monte”, pero no se ha normalizado ninguna otra expresión que recoja cabalmente cuando, además, “le prende fuego”. La dirección popular está en estas últimas intenciones: a fosforazos en el secarral de nuestro verano político.
Aznar compareció el pasado viernes 25 de junio, junto con Díaz Ayuso, en la clausura de un curso universitario sobre liderazgo, para recordar a la derecha el camino a seguir en este tiempo, por si acaso tiene dudas o siente flaqueza. Y la senda no es otra que “la marcada por Díaz Ayuso”. “Pablo – se refiere a Casado-, tienes la suerte de que ella ha marcado el camino”, dijo. Todos los presentes, y los muy atentos de fuera, lo entendieron perfectamente: vino a decir que “o te haces un Ayuso o te cambiamos por ella”.
Hasta aquí llegó la novedad en la notoria aparición pública. Todo lo demás fue revivir el hombre rencoroso de ayer: “Es para tener en cuenta y no olvidar” el comportamiento de la iglesia catalana y el empresariado ante los indultos de los golpistas. Tiene el expresidente un pasmoso parecido con aquellos hombres de granito que dibujaba Mingote cuando hacía comparecer a las eminencias del régimen franquista. Aznar no fue de ellos, pero manifiesta idéntica rigidez mental y política. Su ideario político es inmutable (por su río no pasa el agua, está estancada), ni una grieta ni el mínimo matiz en su escaso, aunque atronador, discurso de toda la vida: repite siempre la misma letanía con idénticas palabras. El viernes pasado volvió a cuestionar la legitimidad de la llegada al gobierno de los socialistas en los años 2004 y 2018. Nada nuevo.
«La política de la exageración y la escandalera seguirá».
También habló, utilizando – en esta ocasión sí – ciertas cautelas verbales, que el indulto a los nueve, aprobado por el Gobierno, “lamina el crédito del Tribunal Supremo”. Es una manera elegante de decir que el Gobierno se pasa al Supremo por esa parte tan soez, y también es arrojar una bomba incendiaria cuando lo que más necesita el país son bomberos. En realidad, Aznar acudió en ayuda (arenga) de la derecha cuando esta renquea más que anda, tras las semanas de calvario a cuenta de los indultos.
Se han quedado solos con Vox y ese harapo de partido que es Ciudadanos a estas alturas, y algo más trascendente: se le han cuarteado sus apoyos tradicionales, Iglesia y empresariado. Solo el Poder Judicial calla y actúa. Aquí es donde buscan un gran respaldo a pesar de los sumarios espectaculares que les abrasan.
Así que la política de la exageración y la escandalera seguirá durante el tiempo que dure la legislatura. Cada día, PP y Vox embestirán más en tándem hasta agotar el léxico del hampa al que acuden políticos, tuiteros, devotos de las banderas y los encadenados a sus gónadas. Todo avance en el diálogo con los separatistas catalanes, por insignificante que sea, se traducirá como entrega y traición; y cualquier retroceso o desencuentro, motivo para intervenir Cataluña.
Algunos pensaban que la caída de Trump, el creciente desprestigio de Bolsonaro y una Unión Europea cada día mas beligerante contra los incumplimientos de unos mínimos democráticos, moderaría al PP. Resulta que no es así. Quizás hayan decidido esperar a que Marie Le Pen llegue al Eliseo el próximo año para centrarse. De esto último nada dijo Aznar.