La nueva cabalgada de Pedro Sánchez

Mañana comienza formalmente la campaña electoral subrayada por una macroencuesta del CIS que da ganador en votos al PP, aunque la suma de escaños del PSOE y Sumar da mayoría absoluta a la izquierda en la cámara de diputados.

A estas alturas, las encuestas del zarandeado José Félix Tezanos se las creen pocos; ha fallado en reiteradas ocasiones y la oposición de derechas se ha encargado de desprestigiar tanto al autor como a sus números. No obstante, algo sí ha cambiado en las últimas jornadas. Pedro Sánchez, su gobierno y el PSOE se han estirado y acortado distancias con el PP. La diferencia en votos continúa siendo grande, pero los socialistas han sabido reaccionar en los últimos minutos de este match político tan relevante que se viene jugando durante toda la legislatura. Por primera vez en décadas no se está ante una alternancia entre izquierda democrática y derecha moderada. En esta ocasión, el PP llega de la mano de la ultraderecha de Vox: alarma mayor.

Así que al partido de la rosa le vienen como sorbo de agua fresca y viento de primavera estos sondeos y, sobre todo, las nuevas sensaciones que manifiestan Pedro Sánchez y su equipo de campaña tras su paso en los últimos días por las lonas mediáticas más agresivas. Además aprecian, como bastantes observadores no tan apasionados, la confusión que transmite Feijóo y la poca seguridad y escasa confianza que inquieta, cuando no alarma, a los suyos. No parece haber embridado a un PP manifiestamente descoordinado en todo momento. En ocasiones, llega a parecer un cabo suelto entre el marasmo de dudas y voces que pueblan su campaña. En otras, parece que esperara ser espetado con ese desagradable exabrupto que propina él mismo a Sánchez: “Feijóo o España”.

 

«Sánchez tiene experiencia en asaltar las defensas más fortificadas».

 

Pero la izquierda y sus inquietos electores tendrán que ser prudentes; todo podría ser un espejismo sin mayor trascendencia pues, en realidad, nada esencial se ha escapado de la calle blindada que ha venido elevando la derecha a lo largo de toda la legislatura: la fealdad política de Sánchez, sus mentiras culpables y sus socios terroristas e independentistas. No se habla nada de la gestión realizada por sus gobiernos y otro tanto de propuestas y compromisos electorales. Al PP, Vox y sus múltiples altavoces no les interesa hablar de hechos y realidades, tienen bien tabicadas esas puertas. El objetivo máximo de “derogar el sanchismo” domina; continúa siendo la guía y meta de la campaña. Los grandes hitos de la legislatura quedan fuera del debate político y público; los magníficos anuncios de desempleo e inversión pública y privada se derriten en minutos como helados al sol de julio. El ruido del inmediato tiempo pasado es muy difícil de atemperar y menos aún si se intenta en una campaña electoral.

Lo que sí ha virado un tanto es la moral de la izquierda. Algunos se preguntan, aún incrédulos, si podrá virar el rumbo de la nave que encamina hasta el 23J, y reaparecen las dudas en la derecha. Podríamos estar en uno de esos momentos en los que los líderes son determinantes. Claro que la distancia entre PP y PSOE es tan ancha que no será suficiente el gran acierto de uno para vencer sin coincidir con un error grave del contrario.

Feijóo comienza la campaña dejando caer un plumón de dudas. Su socio por la extrema derecha, Vox, le interpela y exige sistemáticamente, trasladando la certeza de que tiene al popular en sus manos. La campaña con protección de empalizada romana que le protege de todo riesgo bien pudiera ser un error. Aunque no lo crea, el aspirante a la presidencia debe arriesgar más y trasmitir ilusión, seguridad y confianza. Y Pedro Sánchez, ese enorme escualo, que lo vigila por la izquierda, tiene tendencia y experiencia en asaltar las defensas más fortificadas. Que se lo pregunten a Susana Díaz o, yendo al otro patio, a Mariano Rajoy.

 

«Supuso que el ciudadano entendería su trabajo y sacrificio».

 

La vasta gestión de un gobierno como el de Pedro Sánchez no podrá, sin embargo, mantenerse oculta todo el tiempo; de la misma forma que la maraña de imprecaciones y eslóganes rabiosos prefabricados que la silencian no perduran siempre, como las nieblas de los pantanos que creó Tolkien. Pero eso no sucederá en estos días. El velo y las nieblas sobre la gestión del gobierno se levantarán por completo cuando solo importen a los historiadores.

En cualquier caso, en esta cuestión la responsabilidad de Pedro Sánchez es muy alta. ¿No le advirtió nadie de su confianza y a tiempo que su política de comunicación era personalista, pomposa y pésima? ¿Que en tanto él desgranaba en larguísimos soliloquios hechos, datos, obras, aciertos, sacrificios y desvelos, la oposición lo sentaba en un Falcon de vacaciones a cargo del Estado? ¿Que ha tenido a medio gas durante gran parte de la legislatura a tres vicepresidentas eficaces, decididas y creíbles? ¿Que ha concluido la legislatura con un puñado de ministros con un nivel mínimo de presencia pública y, por tanto, de conocimiento? ¿Que no llegó a enterarse hasta muy tarde de que el mantra “Sánchez o España” lo estaba abrasando?

Le hubiera ido mucho mejor y a su partido de haber olido a tiempo el humor tóxico que lanzaban contra su persona y figura política. Dejó hacer sin contradecir y combatir al adversario suponiendo que el ciudadano entendería su trabajo y sacrificio. Pero una buena parte de esa ciudadanía, quizás la más débil y aislada, ya no espera nada de la política, o acaso sí: algunos y por poco tiempo se entregarán a los demagogos, en tanto que la derecha española, cada día más azul (Verano Azul), enloda el ágora pública con magnífico provecho.

Tiempo de grandes mudanzas, momento de nuevos “protectores” que antes llamábamos espadones.

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