Pedro Sánchez de nuevo a la carrera, improvisando

Pedro Sánchez, tras las elecciones andaluzas, actúa como se esperaba: improvisando con extrema rapidez medidas llamativas. Mala salida tras el golpe andaluz. Ya no sorprende la que fue su mejor baza. Hasta la oposición adelanta sus “sorpresas”. Ahora anuncia 9.000 millones de euros “para compensar los efectos de la inflación”, que la cloaca digital deglute con pocas palabras lanzadas en avalanchas programadas: “200 euros para los pobres, jajaja”.

¿De esta manera quiere salir del enésimo atolladero y ganar? Alguien debería insistirle en que se ayudara a estos pobres de los que se ríen en las redes en guerra, pero que pusiera el acento en otras materias, pues para desgracia de todos – y muy en especial, de la democracia – no votan a nadie desde hace más de 20 años. Así que no les falta tino en esta ocasión a los programadores de los muy sufridos miles de trolls. Como tampoco parece que le beneficie en algo el mohín de desagrado que hace la derecha empresarial al oír de boca del presidente que: “su gobierno es incómodo para algunos poderes económicos”. Estas ocho palabras le acercan en un momento a un Podemos del que se venía distanciando hace meses con palabras de despego, actos intencionados y desde el BOE.

 

«De esta faena no puede salir airoso solo con adornos».

 

¿Por qué se precipita tanto? Parece impropio de un político ya tan rodado y baqueteado. Lo que ha sucedido en Andalucía, así como lo que se viene pariendo en la Moncloa en el último tiempo no se borra con un cambio de tercio por muy sonado y artístico que sea. El presidente y su equipo deberían pensarlo algo más. Porque el aviso de Andalucía y otros clarines anteriores indican que España y buena parte del mundo también, claro, nadan en la superficie de un profundo y muy revuelto océano social y político que los científicos sociales más destacados y los políticos con mayor olfato vienen interpretando con tremenda alarma. La desigualdad sin parangón que ha traído la globalización sin traba, el crecimiento de populismos que llevan la polarización política hasta el extremo de desenfundar pistolas, y nuestra experiencia política tan abrasadora de los últimos cuatro años deberían ser más que suficientes para entender que de esta faena el torero no puede salir airoso solo con adornos, aunque sean torerísimos.

Ayer mismo, la prensa colombiana y alguno medio español se hacían eco del acierto profesional de un discreto asesor político, Gutiérrez-Rubí, que acaba de ayudar a Gustavo Petro, flamante ganador de las presidenciales de Colombia, y a Juanma a triunfar en el Sur. Victorias a izquierda y derecha. Igual debería acudir a los consejos profesionales de estas características que a buen seguro pueden sumar, ya que a lo que se ve son útiles a unos y otros sin que parezca que les recomienden bailar la yenka según el viento.

 

«Se ha llegado a un deterioro institucional enorme».

 

Aunque no deberíamos ser demasiado severos con el presidente Sánchez. Ya se encarga de ello en abundancia el PP y toda la bata de cola de la derecha y asimilados cuando le responsabiliza de todos los males del mundo, que tanto se ensañan con España. Y algo realmente peligroso: perturbando las instituciones clave del Estado para hacer imposible la acción del Gobierno en asuntos centrales. El bloqueo del Consejo General del Poder Judicial durante cuatro años, ahora el Tribunal Constitucional y un Parlamento envilecido al que han convertido en un Sarajevo de las palabras.

Para impedir la legítima acción constitucional del Gobierno, se ha llegado a un deterioro institucional tan enorme que el fragor y la humareda de la batalla nos impide ver con claridad. Se achicharran (pérdida enorme de crédito y desprestigio) instituciones clave del Estado. A poco que el PP se esfuerce algo más y el Gobierno no acierte en la respuesta, la mayoría electoral apostará el próximo año por “el cambio tranquilo” de Feijóo. El segundo modosito.

Las principales amenazas para Pedro Sánchez y el Partido Socialista no son, a estas alturas, el PP, la inflación o una oposición feroz de la mayoría de fuerzas políticas, sino ellos mismos. El tiempo político que les toca gobernar, es verdad, es el más hostil de los últimos 30 años. Desde los años de la convulsa Transición no ocurre nada parecido. Como también es cierto que, incluso con un Gobierno dividido para más inri, consigue mantener a flote la nave nacional con enorme coraje y aciertos. Y esta es la gran paradoja de Sánchez. Un presidente que en otros países europeos podría ser considerado por la mayoría de electores incluso un héroe, en su país le han etiquetado como lo peor.  Y la mayoría se lo cree.

Tendrían que reparar la muy castigada (averiada) imagen y reputación del presidente y que eche a andar de una vez su partido.

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