El pasado miércoles 9, la derecha popular se aprestaba a distanciarse de sus semanas más amargas tras la moción de censura de Pedro Sánchez, que apeó a Rajoy del Gobierno, como suele hacerlo en los últimos tiempos: arremetiendo contra el presidente Sánchez con la ferocidad de los políticos antisistema o clandestinos. Su portavoz en el Congreso de los Diputados, Cuca Gamarra, abría la sesión de control al Gobierno acusando al presidente del Gobierno de utilizar la guerra en el oriente de Europa en beneficio político propio. Al día siguiente, la peleona presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, se defendía en el pleno de la Asamblea madrileña de las acusaciones de posible tráfico de influencias y corrupción en favor de un hermano, que diligencia la Fiscalía Anticorrupción, acusando, cómo no, a Sánchez y su entorno familiar, pero también a Nadia Calviño y a los exministros Ábalos e Illa, de haber favorecido en siete contratos a familiares, amigos y hasta conocidos. Núñez Feijóo debería estar loco de contento, o no, pues nunca se sabe cómo le va, o si acaso ni siquiera le va, al nuevo gallego en las alturas de la política nacional. El PP volvía pronto a mojar en la salsa que más le gusta: se llama lapidación del contrario.
Pero estábamos algo despistados. La noticia más atinada de que los populares se acercaban a la moderación y a aproximarse a eso que llamamos “sentido de Estado” sucedió ayer jueves 10, en Valladolid. Vox entraría en el gobierno autonómico de Castilla y León por todo lo alto: un vicepresidente más tres consejeros. Y de propina, la presidencia de la Cámara autonómica. Toma ya, Moreno.
«El salto político del PP traspasa los Pirineos».
Núñez Feijóo, entonces, mira apesadumbrado las notas pegadas con pósit al atril y balbucea que todo es culpa del PSOE al no querer abstenerse en la votación de investidura que le daría la presidencia a Mañueco. Claro que, como a pesar de todo la decisión traerá tormenta y rayos le caerán, leyó que, en todo caso, la decisión de incorporar a Vox al gobierno castellano es personal del político salmantino, tomada en base a su legítima autoridad y autonomía política, que todavía él no es el baranda de la cosa, que no ejerce aún como tal en Génova 13.
Las palabras de Cuca Gamarra tomarán cuerpo en próximas jornadas, y la denuncia de Díaz Ayuso le dará el juego que busca: tratar de cubrir la mancha propia salpicando al contrario. Aunque el salto (¿sin red?) político del PP en Valladolid traspasa los Pirineos. Con la rapidez del byte, el jefe de los populares europeos, Donald Tusk, ha calificado el acuerdo de “claudicación” del PP ante la extrema derecha; confiesa que “ha sido una triste sorpresa”. Y, a pesar del golpe político, desea que todo se quede aquí, “que no sea una tendencia en la política española”.
«El monstruo de Podemos y la bazuca de ETA ya no lo son tanto».
España, a pesar del deseo del piadoso Tusk, confirma a Europa su deriva política más peligrosa, pues quienes aborrecen la democracia liberal y el proyecto europeo hoy asediado, pero en crecimiento, entran en gobiernos de coalición de la mano de partidos conservadores democráticos. Fuera de las notas y la grabadora, numerosas voces del PP farfullan que los chicos del toro se moderarán en el gobierno; que ellos se van a encargar de que aflojen sus ímpetus pues, al fin y al cabo, no son más que una escisión no oficializada del PP a la que el radicalismo ambiente ha dado grandes alas, que utiliza para elevar su vuelo e incrementar su poder. Además, el PP, eso sí es conocido de todos, termina comiéndose a todos los partidos con los que se coaliga.
De este acontecimiento político tratará de escaquearse, como siempre hace y le va bien, acusando a Pedro Sánchez de que preside un gobierno de coalición con comunistas y se apoya en separatistas, colegas de asesinos, etc. Pero le va a hacer falta renovar el relato. El monstruo de Podemos y la bazuca de ETA ya no lo son tanto. El PP, que continúa beneficiándose de esa abstracción, va a tener que lidiar con algo muy real llamado Vox. A diferencia de los socialistas, que descreman a los bolivarianos y se aprestan a convivir, si les ayuda el voto, claro, con otra izquierda sin anteojeras que se va haciendo, el PP no acaba sino de empezar una dura travesía. Esta por ver quién domina a quién. Iniciamos una peligrosa aventura. Otra más.