
Guerra es una de las palabras más feas de nuestro diccionario bien repleto, por otra parte, de voces espantosas. La guerra en Europa se inició en la madrugada de ayer jueves. Una catástrofe. Hacía varias semanas, por no decir años, que la amenaza rusa sobre Ucrania crecía, en tanto que los anuncios retadores de Occidente (“un bloqueo económico monumental jamás conocido”) se tenían en Moscú – y para qué engañarnos, también entre muchos de nosotros – como bravatas de perdedor.
Putin lleva años preparando su día D triunfal en Ucrania, que sería el colofón de otros varios días D que viene celebrando con la toma de otras tantas repúblicas que el crac de la Unión Soviética hizo independientes o muy díscolas con Moscú. Entre tanto, Occidente seguía en la suya: intentar salir de la pandemia de la covid – que siguió a la crisis económica de 2008 tan pavorosa – y tratar de contener los crecientes extremismos políticos y la extensión del odio. Su única gran ambición viene siendo mantener su nivel de vida cómodo-burgués, disfrutar del consumo y la oferta deslumbrante del mundo tecnológico que encandila.
Europa lleva más de medio siglo suponiendo que la mantequilla ganó a los cañones; que la guerra solo la tienen otros. Esos bárbaros de continentes lejanos que vemos por la televisión nos recrean fabulosas películas de acción. No se puede culpar a nadie por procurar sobre todo lo demás el cultivo de la paz y el bienestar humano, pero ello no impide tener también, al menos, un ojo atento a los intereses e intenciones de esos otros gobiernos cercanos y lejanos que miran mal y se arman hasta los dientes.
«Está seguro de que Europa va a salir peor parada».
En esta materia, Europa ha sido especialmente abandonada. Dejó su propia defensa en manos de Estados Unidos a cambio de obediencia. Pero USA, normalmente, está muy lejos de los obuses.
Putin, que está loco, pero no es un loco, cree haber llegado a su mejor momento para detener, con la toma de Ucrania, la presión política y militar que viene sufriendo durante tres décadas de USA y la OTAN. Observa cómo Occidente le teje una malla de naciones OTAN, que antes hizo suyas la Unión Soviética, y ahora pretende cerrarla admitiendo a Ucrania en esta organización militar. Y por aquí no pasa.
Ha hecho sus cálculos y ha llegado a grandes acuerdos con China y otros grandes países. No tiene miedo al bloqueo político, económico y comercial de Occidente “jamás visto”. Está seguro de que, en todo caso, Europa va a salir peor parada que su país y confía en que un nuevo traspié de Biden en este campo de batalla, después del ridículo de la salida de Afganistán, será su muerte política, además de un profundo rejonazo para el orgullo de Estados Unidos. Hasta podría volver Trump a la Casa Blanca.
«Ha mentido de la misma manera que hizo Hitler».
Conoce también que la OTAN no puede intervenir de manera directa y fulminante en apoyo de la Ucrania invadida. Así que en breve, la nación de los mares de mieses interminables será tomada por las armas, su gobierno democrático depuesto y su población obligada a arrodillarse ante las bayonetas. Entonces, solo entonces, se abrirá a negociar en serio con Occidente durante el tiempo que sea necesario, porque hasta el mismo día que ordenó invadir Ucrania, estuvo engañando a todos. Ha mentido a todo el mundo de la misma manera que Hitler hizo con Chamberlain y el presidente de Francia Daladier antes de invadir los Sudetes checos.
El autócrata ruso está seguro de que su pueblo soporta mejor que los “blanditos” occidentales y sus pusilánimes gobiernos las penurias que acarrean los cercos económicos. Una crisis energética con el consiguiente parón económico, uno más, irritará de manera extraordinaria a los ciudadanos europeos de tal manera que aparecerán nuevos caudillos extremistas.
Putin ha ordenado la invasión porque se ha asegurado de embolsar en los últimos años un fenomenal capital de reserva y el presidente chino le cubre las espaldas con una buena manta de yuanes y compras masivas de petróleo, gas y millones de toneladas de materias primas. Y también cuenta con el “aliento solidario” y apoyo de un buen ramillete de dictadores y autócratas de todo el mundo “que le tienen ganas” a Estados Unidos y a la exquisita y burguesa Europa, “esas democracias en decadencia”. Algunos de ellos han saludado con efusión al jefe de Rusia en la víspera misma de que los misiles reventaran Ucrania. Brasil, Pakistán…