Odio en el estudio

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Todo lo sucedido en los últimos días de la campaña electoral madrileña viene provocado por el odio. Esa emoción tan aberrante explotó en un estudio de la Cadena Ser y enlodó todo con su mala baba. Las palabras con las que se esputa el odio son extremadamente dañinas y viscosas. Contaminan. No existe toalla, por muy perfumada de amor que esté, que las limpie. El odio no desaparece nunca. Son muy pocos los que logran erradicarlo de su alma en una vida. Los odiadores son personas poseídas, atrapadas por las certezas que les cincelan los demonios más rebeldes de sus espíritus, que se hacen dueñas de su pensamiento y se instalan en él como epítomes de la verdad.

El odio, además, es expansivo; quien lo tiene contamina de él a su entorno familiar y social, ya que tiene la imperiosa necesidad física y anímica de exportarlo. El odio es un viejo conocido de España. Casi tanto como la envidia. No obstante, si lo comparamos con ella, ésta queda en pecado venial. Hay innumerables variables del odio, casi tantas como de poseídos. Unas u otras afloran según las circunstancias. Anida sobre todo en las familias, que incluso llegan a legarlo en herencia generación tras generación. Algunos han llegado a denominarlo el gen del demonio. Y es muy dado a triunfar en el grupo cuando se oculta en el pastel de la demagogia. Se practica y se hereda.

La señora Monasterio bien pudiera ser una de esas personas que lo trae de fábrica. Nuestra pasada guerra civil, que a estas alturas debiera ser tan remota como el mundo de los íberos, aportó tantos odiadores o más que heridos y muertos. Los derrotados huyeron o fueron pasados por las armas y, en todo caso, todos humillados. Algunos de ellos lograron envenenarse de rencor y odio sobre los vencedores, aunque la mayoría perdonó y olvidó. Entre los vencedores ocurrió algo parecido, pero fueron tantos los beneficiados y centinelas protectores de la victoria que muchos se protegieron con la coraza del odio para defenderse o atacar al perdedor rojo, marxista, judío o como viniera al caso.

 

«El odio vuelve a triunfar. Es imbatible».

 

Noventa años después, aún estamos en estas batallas. El odio se hace palabra, cartel, imagen y música que emite ahora la boca de cueva de Vox, con el fin de agredir para obtener parecida respuesta del contrario. El debate convocado por la Cadena Ser, el pasado viernes día 23, le vino como anillo al dedo para dar una patada a la mesa que oyen millones de personas, hacerse notar y replantearlo todo. Ahora, con los tres partidos de la izquierda en liza electoral a una: democracia contra fascismo, la campaña electoral da un giro espectacular, ya que todos ellos miran con sorpresa, despecho y algunos con odio la cara de una señora y las siglas de un partido que solo habían logrado hacerse notar cuando intentaron convertir en lona de boxeo un par de plazas de Vallecas.

La campaña se mueve con el viento de los radicales, en tanto que Díaz Ayuso, ausente en la trifulca radiofónica, se transforma en la derecha alegre que bajará más los impuestos (garantizada ya la libertad para tomar el refresco o la copa a cualquier hora del día), y la izquierda razonable de Gabilondo se apaga en el agitado canto de los gallos izquierdistas. Así que el odio vuelve a triunfar. Es imbatible. Es por ello que muchos lo protegen y cultivan como la trufa más preciosa ya que, en el momento propicio, únicamente él es capaz de liarla parda con solo darle salida en forma de palabra.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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