La presidencia de la Comunidad de Madrid se decide en la campaña electoral. Ningún candidato parte como favorito absoluto. Pero de momento gana por goleada la presidenta popular Díaz Ayuso. ¿Qué está pasando? Nada extraordinario que no se conociera de antemano: sus contrincantes le dejan hacer campaña a su antojo, no tiene oposición. Sociólogos electorales, politólogos y periodistas, o no, amigos de la sensación y las técnicas avasalladoras que exigen al candidato estar presente siempre en todos los medios de comunicación y redes sociales lo vienen celebrando con alborozo y grandes aplausos.
Aunque, en realidad, el PP ahora, como Vox desde que inicia su despegue y Unidas Podemos (porque ya nació con el ADN dispuesto para dar la murga eterna), sigue la estela que no es otra que estar presente en todos los medios y escaparates telemáticos como sea y siempre. Y la bronca, la astracanada, lo insólito y hasta la violencia en ocasiones es lo que más mueve las redes y atrae la atención de televisiones y agencias de noticias.
Ahí tenemos a Vox, que logró zafarse del ostracismo mediático al que los fuerza el PP, a puñetazo limpio con otros extremistas que fueron a buscarlos (ellos lo sabían) al pueblo de Vallecas, mientras que Díaz Ayuso encuentra su fontanal de protagonismo y votos plantándole cara al presidente Pedro Sánchez, que ha entrado en esta campaña regional como si en ella se litigase su suerte.
«También el PSOE alentó a la extrema derecha de Vox».
La respuesta de Sánchez obedece a una estrategia conocida y bastante antigua en la política democrática: atacar, o abrazar, a una de las sensibilidades o corrientes del adversario con la intención de enfrentarlo y dividirlo. Los nuevos gurús de la comunicación política – tan cibernéticos ello s- sin embargo, acuden a estas añagazas porque suelen ser rentables al menos en el corto plazo. Lo hizo Rajoy cuando apoyó de manera clara desde algunos medios de comunicación a Pablo Iglesias y UP en detrimento del PSOE.
Pero también el PSOE alentó a la extrema derecha de Vox a fin de que restara votos al PP, su gran contrincante electoral. Ahora trata de hacer lo mismo haciendo guantes con la candidata del PP. Un error, porque no debería haber interés político alguno que suponga dar alas a la extrema derecha y mucho menos empujar al PP hacia ese extremo. Achacan este posicionamiento de Pedro Sánchez a la influencia de su jefe de gabinete, que solo atiende a los resultados electorales y no repara en los efectos políticos reales para el país que pueda tener esa estrategia. Ya asombró el Presidente cuando acudió a entrevistarse con Díaz Ayuso a la sede de la presidencia en la Puerta del Sol y apareció junto a ella rodeado de “mil banderas de España”.
Los medios de comunicación también tienen su buena parte responsabilidad en lo que ocurre. La mayoría parece haber olvidado la lección que dio la campaña de Trump, al que ayudaron a ser presidente al dar pábulo y largo recorrido a las miles de ocurrencias del neoyorkino y, en especial, a las más bárbaras. La lengua salvaje del millonario les daba audiencia, como también ahora los arreones verbales de Díaz Ayuso y las peleas callejeras de Abascal y los suyos con los radicales de la otra banda. Estados Unidos, y en buena medida el resto del mundo, pasaron después cuatro años de amarga inestabilidad. No podemos pensar que las consecuencias sean más benignas para Madrid si la líder popular logra la mayoría holgada que busca.