
El paso que da el PP cuando adelanta las elecciones en la Comunidad de Madrid con la pretensión explícita de achicharrar a sus hasta ahora socios de gobierno, Ciudadanos, podría ser un lance más de los que acostumbran los “nuevos políticos”, pero va bastante más lejos. En primer lugar, sorprende a todos, que es la mejor baza ante cualquier confrontación, y también arrastra, con la manera expeditiva y tronante de la presidenta Ayuso, a Pablo Casado, el jefe de su partido, en horas bajísimas, sin brújula y con crecientes desconfianzas internas. Lo más determinante, no obstante, es cómo adelanta en forma de lábaro o pendón de su marcha electoral (también puede leerse como marcha de guerra) el eslogan “Socialismo o Libertad”.
Esas dos palabras unidas por la ‘o’ a modo de bisagra compendian todo un programa de intenciones hasta el que hacen hocicar al presidente popular. Aquellos que creían que la pugna entre los “dos amigos” sería larga y tortuosa deberán empezar a pensar ahora que la competencia dentro de la derecha será, al menos de momento, de Ayuso y Casado, de Casado y Ayuso, contra los que pretendan hacerles frente dentro de su propio partido. También es un aviso antes de la conflagración a Vox: ¿te unes o combatimos?
Con todo, la alarma la encontramos – como escribe Sol Gallego en El País del 14 de marzo – cuando despliegan el eslogan “Socialismo o libertad”, convirtiendo en absoluto lo que solo es relativo. Es en estos fragores cuando suele madurar el huevo de los totalitarismos. El lema es similar a aquel otro que aún se lee en numerosas fachadas habaneras: “Patria o muerte”. Pasados más de sesenta años de una dictadura vomitiva, algunos cubanos tachan la palabra ‘muerte’ y pintan sobre la mancha ‘vida’, su contraria. Y les encarcelan.
“Si el PP firma la paz con Vox, apaga y vámonos”.
Aquí no parece que se trate, de momento al menos, de represión y cárcel, sino de que la derecha democrática compartiría ese retroceso asombroso hacia un pasado tenebroso, como pretenden imponer herederos de viejas batallas fratricidas. Se trata sin más de la actualización (traje de guerra del abuelo que se saca del baúl) de añejas confrontaciones ideológicas contra el marxismo durante la guerra fría, como si los que vienen de aquellos programas y conflictos no hubieran hecho su trabajo de limpieza tóxica. Los comunistas casi desaparecen y los socialistas colocan en el primer párrafo de sus programas la palabra ‘libertad’. Sin ir más lejos, el primer libro que se escribe en España sobre un Felipe González casi desconocido, allá por 1976, obra del periodista Antonio Guerra, se tituló: “Felipe González, Socialismo es Libertad”.
En el mejor de los casos, la presidenta de la Comunidad de Madrid conseguirá buenos resultados, y puede que mantenga la presidencia; pero si su victoria se traduce en que el PP firma la paz con Vox, apaga y vámonos. Los partidos democráticos, del relato o no, le pedirán bien pronto que tome el camino del sombrío y agresivo presidente de Hungría, Orbán. Ello no impide, en todo caso, destacar ahora la audacia y habilidad de la presidenta Ayuso y su mesa camilla para diluir las resistencias de Pablo Casado en un pis pas, al tiempo que le rescatan de las llamas en las que vive desde las elecciones catalanas.