Los próximos días lloverán encuestas electorales, sus números chorrearán en los periódicos como gotas de matanza. A falta de credibilidad -no dan una en los cuatro o cinco últimos años – su única misión es alborotar, generar ruido y provocar; tratar de dar ventaja a tal o cual partido aunque ese plus le procure acaso solo un día de ventura.
La ansiedad es grande cuando todo cambia tras la moción de censura ganadora de Pedro Sánchez y la irrupción de un toro llamado Vox, que sorprendió haciendo astillas el burladero de Andalucía. Nadie está seguro de ganar (angustia) y no se le va del ánimo la sensación de perder (pavor). Así que, en esta oleada demoscópica a un mes escaso de las urnas del 28 de abril, todos tratan de influir para que los números cuadren, más o menos, con sus intereses y deseos.
El PSOE daría un brazo por no aparecer con una intención de voto superior al 30%. El PP maniobra para que en ninguna de ellas deje de aparecer como la segunda fuerza política, sin que Ciudadanos (y hasta Vox) le pisen le talones. A Pablo Iglesias le procuraría el mayor disgusto, tras su reentré, que Podemos y sus confluencias aparecieran, siquiera en una encuesta lustrosa en preguntas, como quinto partido. Y la dulce naranja de Ciudadanos mutaría en el limón más ácido si apareciera descolgado del grupo de cabeza.
Todas las campañas electorales influyen, o incluso son decisivas, en los resultados en urnas. En los próximos comicios también, aunque ahora la incertidumbre es mayor porque la irrupción de una quinta formación política da una patada a la olla donde sociólogos y matemáticos hierven sus investigaciones. Vamos, que no tienen referencias; que no hay memoria estadística de cómo se mueve el votante de la extrema derecha. Además, tenemos los efectos que producen sobre las conciencias tantas redes sociales descontroladas y podridas de exageración y mentira.
Sueños rotos
En este momento sólo el PSOE y Vox tienen claros sus mensajes. Éstos se pueden concretar en la apelación a la conciliación nacional y ciudadana, de los primeros, y la patada a la paella patria, de los segundos. Los socialistas adelantan con claridad a Podemos, al que burlan el rubro de las medidas sociales, y Vox vuelve locos a populares y naranjas haciéndoles hocicar en sus debates más salvajes.
La campaña formal aún no ha comenzado. Habrá que esperar novedades. Porque las derechas conservadoras y liberales se suicidarán de seguir a rebufo de los ultras, y Podemos deberá rebuscar en su libro de las utopías nuevas historias con las que intentar recomponer tantos sueños rotos.