Prensa libre

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

El insistente lamento por la erosión de la democracia se nutre de manera recurrente en las persistentes trabas que se ponen al ejercicio de la prensa libre. La acometida contra periodistas y empresas informativas es general. Muy pocos países se escapan de las advertencias y denuncias sobre prácticas de censura,  presión insufrible sobre periodistas y empresas de medios, amenazas múltiples, cárcel o muerte del periodista en casos extremos. El jueves 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, y el lamento de la profesión, que fue notable, no se hizo viral como otras noticias lamentables lo vienen siendo habitualmente.

Aunque para nada sea equiparable la matanza de nueve periodistas por un terrorista suicida del ISIS en Kabul la pasada semana con la gresca que Trump mantiene con la prensa liberal norteamericana a la que quiere “cuanto más lejos mejor”, sí los equipara la intención en la repulsa por la libertad. Ni unos ni otro quieren ser escrutados, que se difunda y critique aquello que realizan, cuáles son sus ambiciones y qué mundo pretenden imponer.

No existe rincón en el mundo desde el que no lleguen en los últimos años una o varias historias de control político de los medios, públicos o no; de la promulgación de leyes restrictivas para el ejercicio de la profesión periodística, como la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana española; la adaptación de diferentes códigos penales a los que se afila contra las publicaciones de filtraciones sensibles de grandes o pequeños desmanes (papeles de Panamá, por ejemplo); las nuevas censuras apoyadas en las modernas tecnologías, como el ciberespionaje, en el que el objetivo de los ataques no son solo los periodistas, los medios o los nuevos informadores, sino también activistas y movimientos sociales, con la intención de acallar desde la raíz las denuncias de vulneración de derechos y otros delitos. Y hasta las redes al completo son tomadas, como sucede en China, o  se ponen al “servicio de una causa nacional” como ocurre en Rusia.

 

Mutación exagerada

 

Vamos mal si la libertad de expresión es la prueba del nueve de la democracia. Porque, junto a la presión constante para impedir al informador realizar en plenitud su trabajo, nuestras sociedades libres, y las que dicen aspirar a serlo, bajan los brazos con demasiada frecuencia en la lucha contra una crisis monumental de la empresa periodística tradicional, la revolución tecnológica y el triunfo del capitalismo global, conservador y rampante, que la arrastra hasta su desaparición o, en el mejor de los casos, a una mutación tan exagerada que terminaremos por no reconocerla.

Las grandes tecnológicas, que se presentaban como el gran carrier del mundo por el que fluiría libremente la información, son a la postre fielatos globales que deciden qué se cuenta, qué no y a qué precio, mientras permiten (o ni siquiera pueden a estas alturas controlar) que las redes se conviertan en un pandemónium dominado por la desinformación masiva en la que lo menos importante son las noticias falsas.

Mientras todo esto ocurre, los grandes medios liberales de Estados Unidos son maltratados por un Trump desatado (se expresa contra The New York Times, por ejemplo, con las mismas palabras que el dictador clásico) y en Europa, se les deja desvanecer como el herido que se desangra poco a poco a falta de torniquete.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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