Ruralismos

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Nos animan para que volvamos al pueblo. La España vacía repleta de jaramagos, abuelos y edificios en venta (también hermosas ruinas y silencio) se pone de moda. No se trata ya del insistente continuar el camino abierto por los múltiples “Teruel existe”, que se multiplican fomentando empatía y capilaridad, o del esfuerzo de numerosas administraciones y las miles de espaldas inquebrantables de aquellos que todos los días del año encienden la chimenea porque sí. Los que huelen futuro mejor también apuestan por que la fragua que calzó miles de formones para arados de vertedera puede ser un buen lugar para construir drones, y en la fábrica de gaseosas, ocupada ahora por gallinas avariciosas, golondrinas y gatos, y hasta el desván del ayuntamiento, magníficos espacios para instalar una base permanente de expertos en big data.

Las nuevas tecnologías permiten realizar centenares de miles de tareas a distancia, incluso se puede trastear en las tripas de la sonda que camina hacia Venus desde el estudio que fue corral de ovejas en Campaspero. Pero este milagro del trabajo remoto no es suficiente, lo decisivo comienza a ser que la ciudad, después de décadas de gloria, empieza a incomodar, crece la insania en ella y a muchos asquea. Con frecuencia, no es soportable la suciedad, el ruido creciente, su incomodidad. Y es cara; cada día menguan sus oportunidades de trabajo digno, de ocio creativo. Menos mal que la mayoría tenemos a mano un teléfono, una tableta o unas claves donde chupar buenas series y la mejor música, pues de lo contrario sería casi insoportable. Las ciudades imán de ahora están fuera del alcance de la mayoría: crecen en Oriente, muy lejanas. Quién se marcha hasta allá, a unos mundos desconocidos, a vivir en colmenas de torres gigantescas donde el ser humano vale menos que el aleteo inadvertido de la abeja.

 

“El consumismo nos lleva hasta el abismo”.

 

Redescubrir lo próximo parece nuestro mejor destino cuando el consumismo por el que apostamos nos lleva hasta el abismo: la tierra, enferma y la mayoría de nosotros, más pobres y desprovistos. Más allá de la ciudad y de nuestra creciente dificultad para manejarnos en ella, el mundo se vuelve torvo con enorme rapidez.  La pandemia, por no irnos muy lejos del momento, es una cuchilla invisible que mueve el viento a su antojo y nunca sabes el lugar donde puede encontrarte para partirte el pecho.

Nuestra mejor manera de protección es la quietud; permanecer muy cerca del sillón de siempre y la ventana a la vista siempre, en ese lugar que nos ofrece confianza, el que reconocemos sin casi mirar y que en algún momento dio cobijo y sustento a nuestros padres o abuelos. Es tiempo de úteros, de volver a la comodidad tibia de lo seguro e imaginar y construir desde esa confianza el mundo de nuevo.

 

“Falta la determinación de las autoridades y empresas”.

 

Se abren puertas de esperanza para nuestras tierras del abandono. De nuevo, la montaña podría ser útil al hombre y no continuar siendo solo la morada de la rapaz y el rebeco, que de todas maneras se extinguen; el arroyo no debería quedarse solo en un discurrir sonoro de agua lleno de lirismo; y la ruina de la ermita, ser la grieta por donde crecen las higueras locas y manglar de ortigas. Existen millares de proyectos posibles y con necesidad de volar e instalarse en ese esquiladero de la mesta; lo que falta es la determinación consciente y decidida de las autoridades, empresas y financiadores que permitan ese vuelo. Y que los medios de comunicación se hagan eco de este movimiento. Porque la España vacía debe de dejar de entenderse como ese ruralismo exótico de fin de semana, casas rurales, productos autóctonos e historia de nuestros abuelos. Es, ni más ni menos, que una oportunidad que nos ofrece la historia para salir del infierno feliz en que se viene convirtiendo la gran ciudad que crece en tantas ocasiones sin ton ni son, o siempre al son de la especulación y el beneficio máximo.

Un comentario en «Ruralismos»

  1. Precioso artículo (como todos los anteriores, sea dicho) Absoluta sintonía con tu visión de cómo hemos pasado la pandemia y cómo estamos saliendo de ella.

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