
Pasada la tormenta blanca, un siglo ya, continúan helados nuestros pies. El alma encendida del corazón es ira cada mañana al descorrer las cortinas. Estos días blancos de impericia pública y retraídos ciudadanos se eternizan como larguísimas tardes de un julio helado. Cuesta creer tamaño fracaso municipal. Recuerdo a Seguir leyendo