
El acoso al que se viene sometiendo al PSOE, sus casas del pueblo, militantes y simpatizantes desde hace semanas supera ya los calificativos relacionados con estupor o indignación, y alcanza la cualidad de peligroso e intolerable en un estado democrático. Es de suponer que nada más formarse el nuevo gobierno, se tomarán medidas ponderadas y drásticas para cortar en seco esos correcalles de fascistas y mamarrachos que atacan de palabra y atizan con la piedra y algunos artefactos aún más contundentes a un partido democrático, a sus representantes, militantes y propiedades; su memoria y su limpia ejecutoria política en democracia en favor de su país y del bienestar de la inmensa mayoría.
Claro que casi tan increíble y lacerante como el carnaval reaccionario que arremete contra los socialistas físicamente y de palabra, es el silencio del PP ante las acometidas; que no haya condenado de manera taxativa y determinante centenares de pintadas aberrantes, manifestaciones ante las sedes socialistas, lanzamiento de objetos agresivos y/o incendiarios contra ellas… Todo ello, claro, presidido por una exhibición exagerada de banderas agresivas (pobre bandera de España, qué mal te tratan), voces como ladridos y pedradas.
¿A qué espera Génova? ¿A qué se debe tamaña inhibición y su clamoroso silencio cómplice? ¿No se dan cuentan de que Vox le come la merienda? ¿De que el toro, seguido de una nutrida granja de ultraderecha, está agrandando y rentabilizando mejor el dividendo político de su ira contra Pedro Sánchez? Se desconoce si es de forma deliberada o solo indecisión culpable de Génova 13, pero su no rotundo a Pedro Sánchez en la investidura parlamentaria se celebra en la calle con centenares de estelas de bengalas, pedradas y odio: demasiado odio. Muy poco tiempo le queda al PP para acabar siendo indistinguible de Vox de seguir manteniendo esta posición.
¿Quiénes lanzan las piedras: los verdes o los azules? ¿Piensa el PP que podrá ganar las elecciones europeas de la primavera de 2024 presentándose ante Bruselas como los nietos de Franco?
«No parece suficiente motivo para un movimiento tan radical».
Es entendible la frustración máxima de Feijóo, que llegó a Madrid con la música y la promesa de la presidencia del Gobierno; la de tantos otros conmilitones, o allegados, que se vieron de ministros, y tantos más que soñaron incluso con ser delegados provinciales del Gobierno. Pero hasta los más grandes duelos tienen su límite y un tiempo para el llanto. Y sobre todo, un final.
El PP, nuestro partido conservador y de gobierno, camina las últimas semanas trastabillando agarrado a la mano firme de Vox. Pisa un terreno inexplorado por una formación política constitucional en nuestra última etapa democrática. Son demasiados días sin llegar a distinguir unos de otros. ¿Les interesa a los azules, y sobre todo, a la España democrática esta transformación?
En ocasiones, no saber perder casi resulta ser más dañino que perder a secas. Empeñarse sin más en hacer imposible el gobierno de un país es algo así como negar la propia democracia.
Las caras perfiladas de autoritarismo que son sus rostros las últimas jornadas, así como sus palabras de sentencia y desafío, preocupan a decenas de miles de españoles. Vuelve a aparecer el miedo en sus corazones y llega a algunas gargantas. No vale con la explicación tan simple de que Sánchez es el único culpable de lo pasado, lo presente y lo que vendrá. Porque incluso los acuerdos de este partido con los nacionalistas para aprobar una ley de amnistía para los secesionistas catalanes y otros implicados en el procès, que contribuya a la calma política en España, no parece suficiente motivo para promover un movimiento tan áspero y radical.
A modo de coda.- Desde que José María Aznar pidió públicamente que “el que pueda hacer haga” para animar el momento actual de desestabilización política que tanto inquieta, la presión pública contra Pedro Sánchez y la amnistía se manifiesta desde diversas zonas de poder o influencia con mayor ruido. En similares momentos de confrontación política y social anteriores, casi siempre aparecieron actos o pronunciamientos de militares cuyas manifestaciones causan una cierta inquietud y malestar a la gran mayoría de españoles. En esta ocasión no han surgido. Solo hemos leído la matonada de tres o cuatro suboficiales que se presentan en una foto con la cara borrada, y la andanada habitual de unos cuantos mandos jubilados del ejército. Menos que nunca. Es de agradecer. La inmensa mayoría de españoles quisiera que lo más pronto posible (ya), el ejército no apareciera en las normales refriegas políticas en democracia. Claro que no es tan fácil. Los ejércitos ingleses, norteamericanos y rusos, por ejemplo, tienen una gran aceptación en sus países porque los ven como sus salvadores en conflictos bélicos con otras naciones. En España, la última gran experiencia militar que tenemos fue una crudelísima guerra civil que ganó una parte del ejército y luego aupó y aseguró una dictadura. Eso terminó hace décadas. Nuestros ejércitos son cada día más profesionales y competentes. Nuestros militares conviven con millares de jefes y soldados en la OTAN y otros países amigos. Son unos ejércitos que miran más hacia fuera de nuestras fronteras que hacia dentro. Con la que cae, no es mala noticia. Sin ir más lejos, en la tarde de ayer y cuestión de horas, el Ejercito de Tierra abrió una investigación al militar al que la policía incautó una pistola en las inmediaciones del Ferraz de las protestas.