Por si acaso no recuerdas | Las escaleras

Solo tengo tres ¿referencias? de este episodio a lo largo del tiempo, eso sí, inamovibles. Veo un punto de luz tristona muy lejano escaleras abajo. Mi madre, que protesta por no sé qué; y mi padre, que me tiene agarrado con su mano izquierda y que dice no sé cuánto, en tanto señala con su brazo derecho al fondo de la escalera. Sensación de humedad. Escalones puede que resbaladizos y un cierto apuro, quizás un punto de miedo. Nada más. Este recuerdo vaguísimo no lo pude compartir nunca con mis padres.

Ya habían desparecido cuando un día me sorprendió una luz entre las telarañas de la memoria (más bien borras encanecidas). Preparaba una escapada a la ciudad romántica de Ronda. Hojeando una guía turística tropecé con una fotografía, casi en tenebroso color sucio, de unas largas y empinadas escaleras que bajaban hacia el hondón del tajo. De repente, supe que conocía aquella escalinata, y algo más: había estado en ella con mis padres siendo muy niño.

Todo vino de pronto, de un golpe de memoria. Aquello que almacenada en mi cabeza de aquel episodio remoto, sin yo saberlo, se destapó en un instante. Una circulación vertiginosa de decenas de imágenes en colores apagados, como de días nubosos y habitaciones a la luz de palmatorias.

Alboroto de pecho y nervios. Pantalón corto y un jersecito de lana. Todo pardo o similar. Mi primer viaje en tren. Mi madre que saca una fiambrera y mi padre que abre su eterna navaja de recias cachas de madera. Un buen tajo de jamón y pan. Imágenes de grandes chaparrales. “Aquí también hay buen jamón y chacinas”. Noche en una pensión. La habitación daba a un patio en semipenumbra repleto de macetas. Había plantas muy altas. La cama grande, elevada y bien mullida. Dormí entre mis padres. Me sientan en un cajón de madera alto. ¡Clic! ¡Clic! Una foto recuerdo de los tres. Está en mi casa. Casi mi única herencia.

Todo un ¿recuerdo? se desencadenó al ver una escalera en una foto de guía turística. Poner una fecha fue fácil: junio del 58. Tenía tres años y algunos meses. Era, creo, la primera vez que salía del pueblo que no fuera por causa de una enfermedad. No he querido volver hasta aquellas escaleras. Todavía no.

Dibujo y fotografía
Paula Nevado

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