La magia de las polillas

Pintura de Paula Nevado
Fotografía: Pintura de Paula Nevado

Nuestra naturaleza – la montaña, el bosque, la dehesa, la nava, la raña… – suena siempre agitada y cigarrera durante el día; y aguda y cáraba en la noche. El campo abierto y libre debe tañer para estar vivo. El silencio indica que el bosque muere por más que acoja el silbo del viento y el agua riegue sus raíces.

Si nos fijamos bien, los bosques de las brujas en la ciencia ficción dan cobijo a pantanos humeantes, monstruos imposibles y sonidos de escalofrío.

Al campo cultivado de frutales, sementeras y huertas lo despiertan cada amanecida los pájaros; docenas de avecillas diferentes por su color, vuelo y tamaño pero, sobre todo, por su canto.

El primero en traspasar su pentagrama por las ventanas a punto de clarear es el petirrojo (o pichorubio también), que pía y salta, que vuela un metro y se anuncia.

Ha relevado en el aviso canoro al cuco madrugador y despertado luego al carbonero, la totovía, el sisón, el jilguero…

A las siete de la mañana de nuestros junios y julios mediterráneos, podemos despertar atendiendo a la sinfonía más mágica imaginable. Ni siquiera la factoría Walt Disney, que contrata al mejor talento del mundo, ha podido capturar el tono delicado y grácil de la alondra.

Cuando el sol levanta y las sombras acobardan hasta hacerse invisibles, los insectos toman el relevo en la inmensidad natural. Miles de bichitos, algunos casi invisibles, comienzan a rozar sus alas o crujir con sus movimientos.  Es la hora de la cigarra y el grillo cebollero, el saltamontes que raspa sus apéndices verdes y pardos, y las polillas que convierten sus panzas en acordeones.

Eran decenas de miles, millones, los insectos que se acumulaban en nuestras solanas. Un millón de clases de insectos llegaron a existir cuando el sonido de la naturaleza inspiraba a Beethoven. Ahora nos cuentan los naturalistas que desapareció la mitad. Se nota. El bosque canta menos, gana terreno el silencio y penetran por sus corredores de viento sonidos que le fueron ajenos siempre.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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