El PP moderado decidió no acudir a la convocatoria colombina madrileña de ayer domingo. La concentración fue notablemente inferior al Colón I y poco más que un salto militante en comparación con aquella otra de 2007 contra Zapatero y la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña; en aquella ocasión, los manifestantes rozaron la cifra de 400.000 abanderados.
La lectura política parece clara: el grueso del personal que se acercó a la cita madrileña llega de la mano de Vox y otros radicales, descontentos y furiosos antisocialistas que arrastra la ola de Díaz Ayuso que no decae. En realidad, se ha manifestado la extrema derecha. Han vitoreado a Abascal en tanto que Pablo Casado pasa casi desapercibido. Aunque la estrella, una vez más, fue Díaz Ayuso, que lanzó al rey Felipe VI a la olla podrida de la peor política, esa que azuza a una España contra otra.
Es más que seguro que la intencionada morcilla de la presidenta le ha puesto mal cuerpo a muchos de los suyos, y quién sabe si le ha chirriado al mismo Abacal, al que se llena la boca de vivas al rey a la mínima oportunidad que se le presenta. Puede incluso que la señora de Sol recule de sus palabras (lo suele hacer a menudo, porque no siempre coordina pensamiento y lengua) pero la liebre que ha soltado corre ya entre las piernas y por los jardines de esa derecha que tanto goza con chanzas sobre La Zarzuela.
«Ayuso, aplaudidísima por la extrema derecha».
El paso sigiloso, como de juanica, de Pablo Casado, sin más compañía que su equipo de fontanería y lo más granado de sus pretorianos políticos de ejecutiva, es también un luminoso fresco en el que se aboceta la batalla interna que se libra en el partido que refundara Aznar. No se ha desplazado a Madrid ningún líder autonómico popular y, durante la última semana, el departamento de información del PP trató de convertir la comunicación referida al acto de Colón en un juego de funambulistas: “Estaremos en la concentración, pero no habrá fotos con este y aquel otro”. “Iremos, pero no nos confundáis con los demás partidos”.
Casado, sin admitirlo, ha dado un frenazo considerable a las expectativas que él mismo levantó al conocerse la decisión del Gobierno de indultar parcialmente a los 12 del procés. El PP de allende Madrid no tiene tan claras las alianzas con Vox y menos aún, después de la barrida de Díaz Ayuso, está dispuesto a darle aliento y vuelo. No pocos barones territoriales desearían que “se quedara en Vox”, incluso que llegara a liderar ese partido antes de que su discurso eche raíces y crezca entre sus militantes de más allá de Madrid.
Pero ella sigue creciendo en notoriedad y osadía. Se dirige al presidente del Gobierno como si este fuera un cuatrero y a Pablo Iglesias lo trataba como a un condenado en el séptimo anillo del infierno de Dante. Ahora, ha dado un paso más allá al salirse del discurso del presidente de su partido e interrogar al rey en público: “¿Va a firmar esos indultos?” De momento, ha salido aplaudidísima por la extrema derecha concentrada en la plaza de Colón. De Casado nadie sabe cómo se las apañó para escabullirse de la bulla.