Ridículos

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Contemplar por televisión, sin estar precavido, el aluvión de banderas de España y de la Comunidad de Madrid (menos mal que no hicieron sonar  su disruptor himno) resultó para muchos un bofetón de mal gusto; la masiva exhibición hortera y ridícula de cómo entienden la liturgia de la política los moradores de la presidencia de la Comunidad de Madrid.

En aquel photocall, sin embargo, no pareció nada extraña la presencia la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso – una mujer que, así que pase el estupor que viene produciendo en los últimos meses, será objeto de memorables chanzas y seguro que convertida en personaje por los mil peliculeros que se ríen de Madrid y sus bajomundos .La novedad fue la presencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, empotrado en aquel altarón repolludo tan del gusto de las señoras del rastrillo y mesas petitorias.

Su imagen produjo incredulidad, primero; rechazo y enfado, después y, al apartar la vista de la pantalla, su impacto estaba encastrado en la memoria de decenas de miles de personas como un nuevo ejemplo del ridículo y la vergüenza, ajena y propia, que tantos políticos vienen perpetrando en los últimos tiempos. Es verdad que Trump ha roto todos los moldes de la presencia y decencia públicas; que Bolsonaro parece el intérprete patoso de una astracanada; Boris Johnson, un rubicundo rojizo al que le gusta batirse en el barro hasta contaminarlo; y Macron es una veleta inquieta y contradictoria (eso sí, atildada y pulcra) movida por el viento huracanado de Francia.

 

“La banderolada de la Puerta del Sol no da risa, solo repugna”.

 

Nuestro Pedro Sánchez, aunque lo venía rozando, no se había deslizado con tanta frecuencia por ese tobogán tan adictivo de la exageración y sobre exposición chocante que conduce a la risa y la vergüenza. Estar tan pendiente del titular televisivo y querer ser siempre el único color que destaque en el pelotón socialista le expone demasiado. Y todo para escenificar el relato de que está haciendo más allá de lo imposible para llegar a acuerdos con el PP, por entenderse en temas graves como la pandemia y los Presupuestos Generales del Estado (PGE), las dos ruedas tan dañadas de este viejo carretón que es ahora nuestro país.

Él y sus más próximos en el despacho, como también Pablo Casado, saben que nunca llegará a un acuerdo con los populares en este tiempo. Es imposible. La política hoy es la división: el bien contra el mal, el blanco contra el negro, el rico contra el pobre, el americano contra el chino, el capital contra el comunista, y hasta el hombre contra la mujer. Pero insisten en hacer sonar el llamador de Génova, 13 porque lo exige el relato. Ese cuento es el que domina, quien cohesiona a los suyos, el que agrede con el puño más duro a los contrarios.

Así que los países y sus regiones,  pueblos, empresas y familias se quedan encandilados con las supercherías de ridículos y vergüenzas, en tanto que la vida de sangre y saliva se brea en el combate por la supervivencia en unos años de cambio rápido e incomprensible que solo da la cara y es reconocible de verdad cuando, por ejemplo, el rey que fue jefe del Estado durante 40 años se va una mañana sin decir nada ni adónde o se destapa que un gobierno utilizo policías del Estado y dinero público para tratar de tapar sus muchos enjuagues.

El relato es un manto de humo que lo cubre todo y da mucha vergüenza. La banderolada de la Puerta del Sol no da risa, solo repugna.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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