La noche del miércoles 10 nos fuimos a la cama con la noticia molesta de que el Gobierno, a través del ICO, avalaba un préstamo de 200 millones de euros que habían pedido a diferentes bancos el Real Madrid y el CF Barcelona, de tal suerte que si ocurría un impago, tendría que abonar el 80% de 100 millones. Los pobres clubs deportivos han entrado en pérdidas por culpa de la pandemia de la covid. ¿Pero no conocía toda España, y hasta el mundo mundial – porque Florentino siempre sacó pecho – la boyantía económica del club merengue? ¿Y el Barcelona no estaba a salvo de penurias al mantener en la plantilla al mejor jugador de fútbol del mundo?
Parece que no era como se nos dijo durante años. Así que para sacarlos del apuro se procede como siempre: avalando para que preste la banca lo que piden. No vale como garantía ser el mejor club de la historia del fútbol mundial o incluso ser més que un club, en el caso de los culés. No lo perece, como tampoco se habla de que sus grandes ídolos vayan a dejar de cobrar las fortunas que vienen disfrutando y que uno y otro club estén dispuestos a cancelar, o retrasen siquiera, las enormes obras de ampliación de sus estadios que en conjunto suman 800 millones de euros de inicio.
Así que aquí nada cambia. ¿Se acordó alguien durante el duro encierro de los peores días de alarma del balompié más allá de sus directivos, jugadores, personal directamente concernido y acérrimos forofos? Parece que no. Los Benzema, Messi, Piqué o Ramos fueron tan anónimos como cualquier auxiliar de oficina. Pero así que escampa, ahí los tenemos, exigiendo el trato de “personas esenciales”.
«Inditex tiene un plan».
Hubo otra noticia este mismo día de otro tenor: Inditex anuncia pérdidas por primera vez en su historia, y algo mucho más relevante: un plan de reajuste total del negocio. Menos tiendas (cierre de 1.200 en dos años) y venta online masiva a partir de ya. Entra en números rojos y explica por qué: no ha acudido a ERTES, como la inmensa mayoría de las empresas españolas, lo que supuso un coste de entre 150 y 200 millones de euros; ha mantenido un puente aéreo con China para proveer de material sanitario a España, además de donar 25 millones de euros para compra de otro material.
No hablamos entonces de lo de siempre, la suya es una historia diferente. No ha pedido un euro, ha donado parte de sus beneficios a la sociedad española, y algo aún más importante: es la primera gran empresa multinacional española que anuncia un cambio total de rumbo, tiene un plan.
Anuncia por dónde caminará muy probablemente el mundo tras la covid: digitalización masiva de la economía y las empresas, las administraciones y las relaciones sociales y culturales; crecimiento masivo de las soluciones logísticas y de transporte de mercancías; freno y cierre de miles de grandes superficies y supermercados; revolución en el transporte público y las relaciones personales y ciudadanas; trabajo en casa, en coworkings o soluciones parecidas. Adiós a la especulación inmobiliaria masiva y sin fin de los últimos 40 años: la oficina grande pierde valor, se transformará en apartamentos o habrá nuevas soluciones para ella. Los “planes Chamartín” de todo el mundo, o se redefinen o encallarán, después de décadas luchando por la obtención de un lucro rebosante. Y vivirán unos años de esplendor las teleseries, los diseños o prototipos de nuevos productos de consumo y nadie sabe hasta dónde alcanzará la rentabilidad que se le sacará al éter.
«Lo de antes resulta demasiado feo».
Todo está sucediendo mientras salimos como osillos asustados de nuestro enorme letargo en tiempo de alarma. Existen hojas de ruta que marcan un futuro, como adivinamos en el volantazo de Inditex, las prisas de Telefónica o la pragmática apisonadora de Iberdrola; pero la inmensa mayoría de los humanos no sabemos nada, o mejor dicho, ni siquiera sabemos si sabemos algo. Muchos han recibido el impacto de la calle como una amenaza (¿qué hacen estos jóvenes sin mascarilla que nos arrollan en las aceras?), y al entrar en la oficina han sentido con pesadumbre el impacto de un pasado al que no querían (no esperaban) volver, porque lo de antes, lo de siempre, les resulta demasiado feo.
La mayoría deseamos alcanzar pronto lo que éramos digamos que la pasada navidad, pero instintivamente sabemos que no ocurrirá, o no sucederá pronto. ¿Qué será de nosotros hasta entonces? El mundo va a cambiar de manera extraordinaria en los próximos 10 ó 15 años.
Lo más seguro es que, como pronostica el innovador José Almansa en un artículo publicado en los periódicos del grupo Joly: “En la próxima década los trabajos en los que el 70% de las tareas diarias sean repetitivas serán realizados por máquinas. Las crisis sacan a la luz dos tipos de personas: aquellas preparadas y con espíritu creativo para afrontar cualquier reto y aquellas otras bloqueadas llenas de miedos al cambio. Estos «acomodados» se quedarán fuera de juego si no consiguen reconectar con su espíritu creativo y se reinventan, porque las empresas primarán el talento creativo capaz de resolver situaciones nuevas sobre el conocimiento adquirido de las máquinas”.
Sí, ya estamos en el futuro, los dos meses largos de encierro fueron los últimos días que vivimos en el tiempo antiguo.