¿Qué es un móvil? No debemos confundirlo con el teléfono. No tiene nada que ver. El teléfono fue sólo un medio para comunicarse. Uno más en la historia. El móvil es todo: la vida y la muerte; la libertad y nuestra cárcel; el sosiego y el estrés; el juguete que acaricia y también nos quema. El móvil es la concreción del triunfo en un objeto, el mundo en nuestras manos y nuestra intimidad (¿qué es eso?) a disposición de la empresa creada por el Gran Hermano: nuestro protector, seguro acusador y carcelero. Es la droga definitiva, el muñidor de nuestra cópula de satisfacción permanente con el mundo: la fuerza que nos hermana a dios.
Pone al alcance de nuestra mano y deseo la hucha y el pago, y es la llave que entregamos al hacker para que desvalije a listos e inocentes. Quien nos proporciona las imágenes, entre lágrimas de amor, de nuestra hija rodeada de esquimales, y también alcanza a nuestros ojos la angustiosa operación que realiza el cirujano. Sacude nuestro aburrimiento y disimula las toneladas de soledad que cargamos; nos hace iguales a todos en el autobús y en el metro, y sufrimos como perros por su ausencia cuando volamos en avión. Es la luz multitudinaria en los grandes conciertos, almacén de nuestros secretos, ay, y el depositario eterno de nuestros recuerdos, imágenes y palabras.
Nos avisa del cumpleaños de ella y nos saca del atasco recurrente; ayuda a eludir la multa y a pagar sin dinero con el aval del crédito que nos proporcionó en medio minuto. Es la enciclopedia cubista del analfabeto y un cañón de codicia en manos del trader. Ha convertido, en el tiempo que dura un sueño húmedo, a las empresas que lo idean, diseñan, comercializan y venden en las más ricas y poderosas de la historia de la humanidad. Su figura y glamour (diseño de genios) nos hace babear, y esperamos largos días e interminables horas para obtener el último modelo al que lameremos el culo convertido en beso.
A través de él, el malo y el comerciante, el rijoso y quien espía conocen todo de nosotros; se adelanta a nuestro pensamiento y da a conocer nuestra agenda laboral de mañana. Sabe el color del gayumbo de él o de la braguita de ella antes de que los compremos. Pero nada de esto nos importa demasiado. En realidad, nada. El móvil es nuestra misma vida; sin él no somos nadie, solo cuerpos destinados a derrapar por cualquier precipicio. Nunca hubo una droga tan poderosa, ora adormidera, ora gruesa emoción, que nos lleva a creernos únicos.
«Se cancela el Mobile World Congress»
Ese tótem, esa pequeña joya metálica jamás imaginada por el hombre hasta que un determinado azar se estrelló contra las cabezas pelonas de algunos niños inventores de garaje, tan poderosa y tan real, sin embargo, ha sido atacada por una gripe mortífera y desconocida que viene de una ciudad china de nombre extraño. ¿Cómo es posible que el nuevo dios que anduvo sin un tropiezo por todos los mares y vuela por el éter como los dioses alondra que enviaba Zeus pueda tropezar precisamente en estos días del año en que exhibe sus mejores galas, que eleva del taller a la pasarela el trabajo de las personas con más talento del mundo?
El nerviosismo, la angustia y también la desesperación han tomado por la garganta y el corazón a organizadores, centenares de empresas y expositores (no digamos a restauración, hostelería y al pelas de Barcelona y alrededores). Tampoco es menor el desconcierto entre las decenas de millones de frikis, que son la mayoría, que salivan desde hace semanas esperando que les lleguen, a través de cualquiera de los mil registros que les ofrece su móvil, las novedades de esas fábricas de entretenimiento, la magia y la felicidad que han tomado al hombre por ahí mismo. Cómo podrían ellos imaginar que el miedo (¿qué es eso?) pudiera detener una fuerza tan poderosa.
Y los organizadores cancelan el Mobile World Congress de Barcelona por culpa “de una puta gripe en China”. Ellos nunca llegarán a comprenderlo. Puto miedo.