Vivimos tiempos harto sorprendentes. Igual un presidente norteamericano llama “perra” a una ex asesora, que un crítico al gobierno de Putin se retuerce de dolor en una ambulancia con claros síntomas de envenenamiento. Y en España, una nube de periodistas aguarda una inmensa cola para ver la tesis doctoral del presidente Sánchez; un texto de título tan anodino: “Innovación de la diplomacia económica española”, como tediosa y árida pudiera ser su lectura. Todo ello, y mil sorpresas más, definen con claridad el momento político borrascoso que vive España, las fuerzas que lo alimentan: medios, redes sociales, lobbys… y también, claro, la obsesión por el espectáculo y el escándalo que manifiesta buena parte de nuestra sociedad.
Da la impresión de que paso a paso (también a la carrera a menudo), los partidos políticos con sus coros buscaran desesperadamente el exterminio del contrario. Ya no se emplean en la normal confrontación ideológica y de programas, sino que se han convertido en expertos tramperos que buscan solo la caza del contrario, su eliminación y expulsión del campo de juego político sin importar medios ni maneras.
La temeridad que manifiestan con este proceder es de tal magnitud que asusta. ¿A quién beneficia, por ejemplo, forzar la dimisión ahora del presidente del gobierno a partir de unos imaginados rajones en su discreta tesis doctoral? A nadie. Solo se conseguiría poner patas arriba, y con alarma de nuevo, a un país que no levanta cabeza desde 2010. No importan los cuernos del toro separatista que amenazan a todos, empezando por los propios catalanes; ni la amenaza que significan las simas que abre el populismo en Europa y la intimidación de un mundo que se descose a golpe de tuit, intolerancia y proteccionismo. Solo parecen importar las bataquerías internas, la lucha partidaria por el voto y el escaño propios.
Lo nunca visto
El terreno de juego escogido y predilecto (la palestra de sangre) se llama honestidad. El político después de tanto escándalo debe ser ahora impoluto, moralmente intachable, transparente y puro. Como los mejores santos, como las vírgenes antiguas, como las personas intachables de la Historia. Han colocado el listón tan alto que nadie puede saltarlo sin hacer trampas. En las últimas semanas la moda dominante son los currículos falseados, los títulos regalados y las tesis sospechosas. Mañana, por qué no, pudieran ser los puntos de tráfico o los vídeos caseros de una noche joven y loca.
Buscan hombres y mujeres que no existen. El imprescindible intento de una regeneración moral se está convirtiendo en un invento que transforma la acción política en una picadora de hombres y mujeres que acaban siendo inútiles para atender el servicio público al que deben dedicarse por falta de tiempo, energías y, en no pocos casos, por la escasez de conocimientos y la preparación necesaria.
Deberían mirárselo con urgencia porque el episodio tristísimo de la tesis doctoral de Pedro Sánchez informa a muchos de “que estamos perdiendo el norte”, “lo nunca visto”, “asco y vértigo”.