Un gobierno sin prisas

Foto tomada de Economía Digital
Foto tomada de Economía Digital

Que los intereses de unos y otros no nos agoten: tenemos todo el tiempo del mundo para formar gobierno. Y si en uno o dos meses no se logra, queda la solución de nuevas elecciones. Decisión está que no sería un fracaso, sino la respuesta más democrática ideada para superar los graves atascos políticos. Así pues, todos los partidos en liza harían bien en abstraerse del ruido de la grada y concentrarse en trenzar futuro con aquello (que es mucho) que los une y no estirar la goma de las diferencias.

Claro que no tenemos grandes experiencias en diálogo, concertación y gobiernos de coalición, y se nos antoja que un parlamento fragmentado hará imposible la marcha del gobierno. Pero no siempre es así. Las naciones que más han progresado en lo social y más se han fortalecido en la tolerancia han sido (y son) las gobernadas en coalición, incluso de contrarios. Tenemos numerosos ejemplos. El actualísimo se sitúa en Dinamarca y la serie televisiva Borgen que se inspira en sus instituciones y gobiernos.

El punto débil de las coaliciones está en que obligan a discutir demasiado, en no pocas ocasiones los procesos de toma de decisiones se alargan hasta pudrirse y el desgaste político y personal de sus actores principales, los políticos, suele ser enorme. Son maneras de trabajar en política muy distintas a la tan española fórmula de gobernar por decreto ley (Rajoy), o esa aspiración no tan secreta de Iglesias de que todo parezca un Juego de Tronos.

Pero la sociedad española da señales de haberse hartado de las mayorías absolutas y sus nuevos representantes -si aspiran a continuar- no tendrán más opción que hacerle caso. Sobre el papel, las opciones de gobierno son varias, pero ninguna de ellas llegará a puerto si no pone en el primer lugar de sus afanes detener la hemorragia del desempleo y su dañina precariedad, la creciente desproteción social y esa fosa de desigualdad que se amplía entre los españoles.

Sin embargo, el primer gran enredo que hoy atrapa a nuestros políticos se llama Cataluña y la posibilidad un referéndum para decidir dónde quiere estar. ¿De verdad es esto lo qué puede impedir la gobernabilidad de España? No lo creo. Pero si a la postre todo se atora por continuar la locura promovida por Mas, le habríamos dado a ganar su batalla soñada: la Cataluña que hace fracasar a España.

Nuestro país tiene demasiadas tareas pendientes pero la primordial es impedir que un conflicto institucional detenga el incipiente respirar de nuestra economía y frustre las esperanzas de cambio que millones de personas han puesto en Sanchez, Iglesias y Rivera. El nuevo gobierno, con Rajoy o sin él, debe de tener en cuenta las nuevas esperanzas pues de lo contrario fracasará, el ciudadano se desentenderá aun más de las instituciones y la oposición será cada día más ruda e intransigente.

Si, las urnas han decidido que este barco llamado España vire su derrota unos cuantos grados a babor; ahora queda por saber si nuestros políticos son buenos pilotos.

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