Premios

Teresa Muñiz.Líquido circulante.óleo sobre tela.150x130.1991
Fotografía: Teresa Muñiz.Líquido circulante.óleo sobre tela.150x130.1991
Teresa Muñiz.Líquido circulante.óleo sobre tela.150x130.1991
Teresa Muñiz.Líquido circulante.óleo sobre tela.150×130.1991

La tradición de otorgar premios, galardones, derramar merecimientos públicos y otra multitud de loas es larga e intensa en nuestras sociedades occidentales. Se reconoce por merecimientos y, acaso, para reparar en algo los largos padecimientos e injusticias mil que padece el hombre creativo, o simplemente esforzado, a lo largo de la vida y en el desempeño de su trayectoria artística, profesional o sencillamente humana. Los premios, hasta acceder a la modernidad, eran laurel exclusivo de los poderosos, reyes, guerreros y obispos, (atletas en la antigüedad) y luego se comenzaría a celebrar a los artistas, pensadores y poetas que no eran despeñados hasta el fuego del descrédito.

Es a partir del siglo XIX cuando el reconocimiento público, remunerado o no, se generaliza hasta que en los primeros años del XX los Premios Nobel del norte de Europa vienen a derramar los dones del prestigio por todo el mundo, empezando por nuestro muy seguro y arrogante continente. En las últimas décadas, coincidiendo con el prestigio que viene tomando el esfuerzo personal, la superación humana, el auge de la investigación y las tecnologías y ese virus de la creatividad, el galardón deja de ser la excepción excelsa para convertirse en una rutina que incorporamos a la práctica totalidad de nuestros actos sociales, sean estos públicos o privados. Se premia y festeja tanto que no es noticia, sino una costumbre social o hábito, como puede ser ir al cine el fin de semana o practicar montañismo en primavera. Conseguir que unos premios logren destacar y tomar aire propio en esta selva de merecimientos es una tarea de Hércules. Quienes deciden trepar por esa pared hoy son unos osados cargados del coraje y el tesón más robustos o, sencillamente, unos oportunistas o unos cachondos.

En este bosque de merecimientos aparecieron el año pasado los primeros premios de la Academia Andaluza de Gastronomía y Turismo. Y lo hicieron adornándose con todas las trompetas que pudieron acarrear en ese otro año de crisis. Algunos, no obstante, tuvieron dudas de que hubiera unos segundos premios. Pero se equivocaron. Aquí parece que el pundonor no mengua y crece la inspiración. Porque es difícil acertar de pleno con el premio en una materia tan vasta y disputada como es la restauración, cuando Andalucía y España arden en fogones y la competencia y el hambre por ser diferentes y mejores crece al mismo ritmo que la desigualdad.

Los segundos premios de la Academia han sido para Dani García, dos estrellas Michelin ( Dani García Restaurante y Bibo) y Ángel León (Aponiente, El Puerto de Santa María, Cádiz); para las escuelas superiores de gastronomía de La Cónsula, en Málaga, y La Superior de Sevilla, que impulsa el cura Lezama. Hubo un premio especial para el padre de la excepcional cocina jienense, el desaparecido Juan Salcedo (Restaurante Juanito, Baeza) y ocurrió además otro suceso: la cena del acto de entrega, en el Castillo de Canena, fue ofrecida por unos chefs de la provincia de Jaén realmente sorprendentes.

Como sintetizó bien un crítico asistente al acto: «Ni falto nadie ni sobró ninguno». Dani García, a pesar de ese tropiezo alimenticio con la hamburguesa de McDonald’s y Ángel León son la proa de la nueva cocina del sur parida de la tradición, que tratan con el talento y el genio que demandan estos tiempos de fusión, frugalidad y singularidad. La Cónsula y la escuela de Sevilla son el cimiento, la base y las peanas donde se apoyan el salto excepcional que han dado la restauración y la empresa hostelera en Andalucía. El paso durante varios lustros por sus aulas de miles de alumnos, que han aprendido desde los fundamentos de la cocina hasta la gestión y dirección de restaurantes, manejo de alimentos y bebidas, repostería y conocimiento del vino, etc., indica que la restauración andaluza no será ya nunca jamás cosa de genios individuales, profesionales de otras latitudes que allí recalan o lugar de remeros eternos en nuestra tradición fosilizada.
Para hacer la prueba del nueve de todo lo anotado, la organización dispuso que la cena la ofrecieran los chefs de Canela en Rama, Linares; Casa Antonio, Jaén; Cantina de la Estación, Úbeda, y Los Sentidos de Linares. Todo un lujo. Por cierto si pasa por Linares, o cerca de la ciudad minera, reserve en Canela en Rama, un restaurante pequeñito que respira bendiciones de modernidad sin desprenderse de la intensidad de las tierras interiores, donde aún suenan las cuernas de la caza, se respeta al cerdo y las furgones de reparto acercan el mar para que nunca se olvide a qué huele la brisa.

Recientemente se ha publicado Pan Soñado, el libro de Pepe Nevado y Teresa Muñiz que reúnes d máe s en este blog desde que comenzaran su colaboración hace ya dos años.  La primeracincuenta artículos del periodista y otras tantas pinturas de la artista publicado edición de Pan Soñado se acompaña de un disco grabado en exclusiva porTangoror

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