Carece de novedad que Rajoy aparezca el pasado viernes 26 en rueda de prensa para certificar el fin de la crisis en el 2014, que acaba, y bautizar el inminente 2015 como «el año del despegue definitivo«. Todo eso lo viene diciendo en las últimas semanas. Tampoco tiene interés -aunque a algunos nos produzca mucha risa- que aún mantenga ese ridículo discurso político de que su gobierno lo puede todo, que el mismo es omnisciente y omnipotente para entender y remediar los males de España. No quiere darse por enterado de que nuestros gobiernos nacionales también han sido achatarrados por los acontecimientos.
La única novedad que trajo la comparecencia da Rajoy fue la rotunda defensa que hizo del bipartidismo PP-PSOE y la cascada de elogios vertida sobre los socialistas. Incluso llegó a afirmar «que el PSOE es un gran partido». Fascinante. La pregunta ahora es por qué se despachó de forma tan caballerosa y elegante.
No creo equivocarme demasiado si digo que esos piropos tienen el mismo efecto en el PSOE que una cubetada de sulfúrico en la cara de un hombre. Abrasión pura. Y no sé bien si Pedro Sánchez -quizás más preocupado en la premura mediática de la respuesta que en atinar en las palabras a decir- acertó en la réplica, pues no dijo nada (o no ha trascendido) de la carga de profundidad que le metió el gallego.
Que el PSOE aparezca ahora de la mano del PP «por el bien de España» es sin duda el aviso cierto de que su muerte es pronta y segura. Rajoy sabe por qué lo hace, lo que se desconoce es por qué el PSOE está tan ciego. Desde hace meses el Gobierno y su partido animan el crecimiento de Podemos de las maneras más llamativas y eficaces: abriéndole las puertas de la televisión o cerrándoselas. Ambas tienen el mismo efecto: la notoriedad máxima.
Todo suena a que el PP prefiere medirse con Podemos preferentemente, orillando poco a poco al PSOE. Le viene tácticamente mejor ahora, pues le sirve para recuperar el voto de su extrema derecha tan despendolada, al tiempo que estorba una hipotética coalición de fuerzas de izquierda y nacionalistas en el Gobierno de España, imposible con un PSOE aplastado.
Sí, Pedro Sánchez debería estar más atento a los pasos que da la derecha ante el inminente año electoral. Deben de haberle advertido ya que la alternancia PP-PSOE es más bien una quimera. Hay un nuevo protagonista. Podemos es una suerte de Red Bull que cornea la alternancia tradicional. Y al partido que fundó Manuel Fraga le va mejor medirse con la droga dura.