Mesa Grande

Teresa Muñiz. Espacio inundado. Óleo sobre tela. 190 cm x 190 cm Año 1991
Fotografía: Teresa Muñiz. Espacio inundado. Óleo sobre tela. 190 cm x 190 cm Año 1991
Teresa Muñiz. Espacio inundado. Óleo sobre tela. 190 cm x 190 cm Año 1991
Teresa Muñiz. Espacio inundado. Óleo sobre tela. 190 cm x 190 cm Año 1991

Digamos que enfrentados en una mesa grande, entre sonrisas y vino, los amigos y amigos de amigos, suelen hallar auténticos filones de acontecimientos y emociones. Supongamos que en torno a esa mesa se sientan doce: cinco matrimonios, un descolgado y una adolescente atenta. Descubrimos que existe, al menos, una pareja aún enamorada por cómo sonríen, la mirada liquida de ella y el descuaderne que exhibe él. También hay un amante de la verdad que, pródigo, invita a Maleolus sin límite. Y una mujer hermosa – que como es de Madrid, tiene pegados todos los acentos patrios en su lengua – descubre el lomo de orza granadino entre ayes y otros asombros. ¡¡¡Qué bueno, qué bueno, trae más!!!.

También está el cizañero amable, ese que conoce secretillos de alta intensidad y dispara que en la mesa hay alguien muy principal que regala CDs de Manolo Escobar y se emociona con Domenico Modugno y Los Chichos siendo tan joven el pobre. Una letrada divina, que ha reunido no sé cuántos hijos de no sé que número de matrimonios, habla de su casa alquilada – mitad carmen, mitad desatino – con tal pasión que uno cree que se trata del mismo apartamento romano del protagonista de La Gran Belleza.

Se llegan a airear secretos tan inverosímiles como que las canciones gamberras y etílicas de nuestras tunas son todo un éxito en el extremo oriente. Un disco, que pareciera patrocinado por Marca España, arrastra felices a sus decenas de intérpretes – todos ellos estudiantes universitarios cuando regía el Plan Villasí y otros aún mas añejos – por las más diversas televisiones y pérgolas del mundo amarillo. El éxito es tan grande que preparan nuevas grabaciones que auguran mil juergas.

Y como la noche es así de festiva, poco lírica e impecablemente granadina, el camarero que nos rodea con el ritmo cadente y velocísimo de los espadachines chinos de Zhang Yimou, hace y dice lo que le peta. Por ejemplo, me canta en el oído más distraído que le ha llegado esta mañana una lubina de más de veinte kilos “que había roto todos lo sedales” (¿?). La pido, pero no era para tanto. Mejor fue el maridaje de anchoas con aguacate ligado con una salsa liviana y muy dulce.

Aunque la bomba de mano, que explotó como una piñata amable sobre la terraza, fue la noticia de que Marina Heredia se había convertido en gitana sudamericana aquella misma noche en el auditorio del Generalife ante centenares de testigos. Tangos, boleros, milongas, rumbas y todo el son cubano salieron por su garganta al compás de unas caderas de madre recientísima y al cuidado de su voz de trueno melodioso. Vamos, que parecía que se había criado en una ronera de Santiago de Cuba y no saltando por la barra-tablao de su padre El Parrón. Con todo, deduje por los comentarios que el futuro de esa princesa del cante, cuya sombra se refleja en los lienzos ocres de la Alhambra en ocasiones, no caminará por la senda bastísima que abrieron intérpretes como Mercedes Sosa, Chabuca Granda o Celia Cruz.

Sí, una mesa grande plantada en mitad de una noche de verano en la Alhambra, que venera toda Granada allí puesta a sus pies para la eternidad, da para mucho. Porque, además, el camarero remató la faena emocionando al periodista con la ginebra Gin 12 11, de Padul, cuando la presentó como la mejor MG del siglo XXI por su sequedad intensa y ese regusto en forma de pincho alcohólico que se clava por todo el cuerpo durante horas.

Bajando despacito y felices por la Cuesta de Gomérez una voz druida relataba que las raíces de los cipreses como catedrales de sueños, que elevan hasta el cielo a la Alhambra, aparecen en el cauce del Darro como si fueran berrillos canosos, urgentes y sedientos. «Sí, miles y miles de kilómetros de raíces de ciprés anudan la Alhambra a la tierra para que nunca nadie se la pueda llevar de Granada. Ni la destruya».

TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.

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