Justo a los cinco meses de mandato nos hemos quedado sin gobierno en España. No es que sus miembros hayan abandonado las carteras y huido a escape aterrorizados, no, ese episodio humillante no se ha visto. Digo que estamos sin gobierno porque Rajoy y los suyos no saben qué hacer con el país y sus problemas enormes. El ministro de Hacienda, Montoro, lo dejó bien claro el pasado viernes en su comparecencia ante la prensa tras el Consejo de Ministros. Después de su intervención, el programa popular «para salvar España», había encogido tanto que se resumía en estas palabras: Somos un país «demasiado grande para caer».
De nuevo está en manos de la fe lo que vaya a ser de todos nosotros. Claro que Montoro y su grupo de lumbreras no han caído en que la historia se viene haciendo con el «ladrillo a ladrillo» de acontecimientos imprevisibles, ilógicos y criminales en abundancia. Confiar nuestra chance al tamaño de España es una sandez sin más. Si estamos en el lamentable momento presente es a causa de nuestros errores, por la sacralización de una política de ajuste nefasta que arruina poco a poco a Europa y porque en el continente manda una señora, Angela Merkel, que está fuera de la lógica. Sin embargo, es el Gobierno, más que la mayoría de los mortales, quien está en condiciones de conocer de primera mano cómo está el patio. Sin ir mas lejos, que le pregunte a algunos de esos viajantes invisibles por el mundo -pues seguro que encuentra amigos- por qué sacan la pasta de España para hacer patria.
Escapar de la realidad -o esconderse como practica Rajoy- es el principio de su final y del nuestro. Y, si además, la salida que se defiende es inundar a la banca con decenas de millones de euros públicos para que luego sea ella quien nos saque de la fosa con créditos baratos, estímulos y otras alegrías, apaga y vámonos. Pues, ¿quién se cree que la zorra cuidara de las gallinas?. Efectivamente, tenemos un gobierno atrincherado en la fe pero a miles de kilómetros de los problemas de la gente.