Esto va en serio. En el mismo instante que los mercados vinieron a devorar el euro, empezando por España, Zapatero le vio las orejas al lobo y decidió cambiar de políticas de forma radical. Anunció una tacada de medidas que viene adoptando de forma ordenada y contundente y, sobre todo, con una rapidez increíble. De seguir a este galope, en octubre se habrán decidido por decreto o mediante ley un ramillete de decisiones económicas, y también políticas, de un calado similar a las que alumbraron los Pactos de la Moncloa. Sólo que ahora sin aquella prosopopeya y solemnidad, sin el apoyo expreso de casi nadie, en medio de la canícula de la crisis y algo aún más llamativo: de la mano de un político que dan por desahuciado “a causa de su endeblez y clamorosos errores». ¿Será posible que un Presidente así moteado pueda tirar de tamaño carromato de decisiones?. Parece que sí. Sacó adelante un recorte presupuestario de 15.500 millones de euros tocando el bolsillo de funcionarios y asimilados, pensionistas y contratistas; aprueba la modificación de la Ley de Cajas, que da la vuelta a estas instituciones financieras como un calcetín, ultima la elevación de la edad para la jubilación y hasta puede que dé luz verde a la instalación de nuevas centrales nucleares en el país. ¿Son estas políticas socialdemócratas?. Mayormente, no; parecen sólo necesarias y acaso no fuera precisa tanta rapidez en su implantación y quizás algo más de reflexión. ¿Qué le ha ocurrido entonces a Zapatero si no ha adjurado, que conozcamos, de sus ideas socialistas?. Sólo que ha visto que el precipicio no tiene fin y ha tenido que hacerse pragmático. Felipe González fue muy criticado por avalar está forma de hacer política. Dijo que daba igual gato blanco que negro, lo que importaba era que cazara. Pues eso. Zapatero reedita a su admirado compañero y se ha jurado que a él no se lo comerá la crisis.