Muchos políticos y estudiosos del gobierno y su entorno piensan que el episodio Gürtel, que se derrama sobre las cabezas del PP como la mierda, tendrá consecuencias electorales negativas para el gran partido de las derechas españolas. Creo que se equivocan de nuevo. La corrupción dentro del PP, hasta el momento, ha tenido el efecto contrario: motiva a su electorado, le enardece con rabia y se lanza contra los socialistas pues cree que están detrás de todos los episodios de denuncias contra los suyos, y además, los detesta y, en ocasiones, es el odio la principal emoción que los enlaza con los herederos de Pablo Iglesias. Por otra parte, los conductores de la estrategia popular conocen bien el remedio para desactivar posibles dudas que pudieran existir en alguna parte no significativa de su electorado. Sólo necesitan aventar algún caso nuevo o antiguo de corrupción socialista para que aquellos de lo suyos que albergan algún reparo se sosieguen definitivamente. Un amigo siquiatra sostiene que el embeleco del socialista corrupto ejerce sobre el electorado popular un efecto similar al de la confesión en el buen católico: le quita peso, le alivia, le hace sentir mejor, en suma. Por tanto, votará al PP con determinación y sin dudas. Cosa distinta son los efectos reales que sobre la vida ciudadana tiene el ser gobernados por corruptos. A mitad de legislatura no te salva de la náusea ni una buena confesión.