Un episodio como el de la huelga de hambre de Aminetu Haidar abre las puertas a miles de opiniones y reflexiones diferentes; da cabida a que materias tan distintas como la política o la moral; la medicina o el derecho puedan ser escogidas como los titulares idóneos de cualquier crónica para describir este episodio de protesta de la activista saharaui. Es verdad que las circunstancias políticas y emocionales de España en estos momentos conducen a que lo que se ve, oye o lee sean diatribas mayoritariamente dirigidas contra Zapatero y su Gobierno (que mala es la salud pública de un país cuando hace a su Gobierno responsable de todo mal real o imaginado), aunque lo único cierto es que sobre el caso Haidar el ejecutivo tiene tanta responsablilidad como de la escased de lluvias en este otoño. El debate dominante en los últimos días se refiere a si Haidar se le dejó entrar premeditadamente, o no, en España. ¿Y qué importancia tiene?. Todos nos imaginamos el pedrisco que hubiese caido sobre el Gobierno de haber prohibido este la entrada en España de la activista musulmana condenándola a un vagar insoportable. Sí parecen confirmarse, en cambio, algunas evidencias: 1, el activismo independentista polisario se mantiene vivo a pesar el debilitamiento progresivo de este grupo resistente y el menor interés de Argelia por su causa. Debe de tener otros apoyos externos y no me refiero a los muy hermosos y solidarios de los españoles; 2, Marruecos no se mueve de posición desde 1975 en lo sustancial; nada hará para aliviar la situación límite de esta mujer y sacar del apuro al gobierno español y los mediadores de la ONU; y 3, como el conflicto se ha dispuesto de tal forma que lo nuclear es erosionar al Gobierno tambien en este espacio, toda la derecha «se esta haciendo polisaria». Hasta a Aznar podríamos verlo tocado de turbante.