El anteproyecto de ley de Economía Sostenible ha sido recibido por políticos, agentes sociales y medios de comunicación con más indiferencia y escepticismo que aceptación o abierto rechazo. La impresión mayoritaria que ha dejado el texto del Gobierno apela a la clásica frase de “la montaña que parió un ratón”. Este anteproyecto presenta dos problemas graves desde el punto de vista de la comunicación. Uno, acumula una amplia serie de medidas que afectan a un sinnúmero de sectores y áreas de actividad, lo que hace complicada la simplificación a que nos tiene acostumbrado el debate político y mediático modernos. Puede recordar, además y de manera peligrosa, a los paquetes de medidas anticrisis que el gobierno fue poniendo en marcha paso a paso a los largo de los últimos meses. Dos, falta sobre todo lo demás esa medida estrella y singular capaz de captar el interés de tertulias, primeras páginas y, acaso, llegar a la conversación de café.
Sin embargo, aunque desde las más diversas tribunas públicas se haya calificado el anteproyecto de poco menos que anecdótico o se la haya definido como “tablas, cartones y colorines” (Rajoy dixit), es llamativo que nadie haya criticado o rechazado a fondo las medidas anunciadas. ¿Por qué? Quizás porque lo auténticamente censurable sea que haya dejado fuera del códice materias tales como política energética, educación, reforma laboral…
En Moncloa están decididos a insistir en su prédica de la ley por largos meses, pues están convencidos de que es uno de sus temas de legislatura. Que tengan suerte en el empeño, ya que las fallas y el erratismo de la política de comunicación del Gobierno –uno de sus principales y parece que irresolubles talones de Aquiles- pueden ayudar a que estas medidas se diluyan en el debate general y consigan a duras penas trasladarse a la opinión publica.