Leo en El Mundo que Javier Solana, próximo ex-responsable de Política Exterior de la UE, habría sido fichado por el presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales, como su asesor personal para los negocios internacionales de este grupo industrial español. No me sorprende. Javier Solana es muy bueno y Acciona una empresa proyectada a hacerse muy fuerte en el exterior, sobre todo en los negocios de las energías alternativas y las grandes infraestructuras. Pero este fichaje, me malicio, traerá lío en un país como el nuestro tan pequeño y crispado. Los celos y los intereses de quienes deciden tratarán de impedir que este matrimonio de interés se consume así como así.
También la noticia trae de la mano una pregunta obvia, ¿ pero eso de la politización no es cosa privativa de las cajas de ahorros, instituciones que apacientan políticos caídos en desgracia u otros que quieren proyectarse hacia el provenir? Pues no. Política y empresa siempre han estado muy próximas, cuando no han sido una. Los políticos, con todo, han sido los primus inter pares de esta cólera en los últimos siglos, pero su estrella comienza a declinar a partir de los años setenta. La globalización hoy los arrincona y son las grandes multinacionales las que ocupan paulatinamente su espacio. Pero los gobiernos siguen manteniendo los boletines del los estados y, todavía, algunas firmas y las prerrogativas sobre ciertas bulas. De ahí que aún continúen siendo necesarios. Quienes mejor los conocen son aquellos que durante años han sido sus dirigentes. Por eso son fichados: para alumbrar el camino en las burocracias y las influencias. Es decir, nada nuevo. O sí. Hasta hace unas décadas eran los gobiernos quienes contrataban a los que consideraban los mejores (o de mayor confianza). Ahora no. La empresa disfruta no ya del artista sino también del filósofo. Los tiempos cambian. ¿Pero quienes son los que están empeñados en que sólo veamos a los políticos en las cajas?