Anchoas

Si Camps fuera de otro partido es muy probable que a estas alturas hubiera dimitido forzado muy especialmente por la presión que sobre él habría ejercido el PP. Pero como es personalidad muy principal de este partido y, total, el asunto de los trajes es poco menos que calderilla (las anchoas que regala el presidente de Cantabria a Zapatero), ahí sigue al frente de su gobierno autonómico, defendido a punta de colmillo por los suyos como si de una vestal acosada por el fauno se tratara. Sin embargo, aunque el PP entinte los acontecimientos pretendiendo escamotear el escándalo, es imposible disimular la evidencia, pues es palmario que él y su cohorte de jefes se dejaron vestir por unos señores que dirigían una trama corrupta de empresas a las que venían favoreciendo a lo largo de los años. La nueva moral (¿?) nacida al calor de los neocon y sus fabulosos y rapidísimos negocios, cataloga estos episodios no ya como faltas leves, sino que son considerados como acciones necesarias para que la actividad económica funcione segura y armoniosa. Claro que siendo conscientes de que no toda la sociedad está preparada (aún) para tragar adoquines como si fueran cruasanes, tratan de encubrir estos asuntejos, buscando que calle la prensa adicta, que la policía no oiga y los juzgadores no lleguen a ver. Y cuando todo ello no es posible, cambian la ley. Estamos en este último supuesto. Ahora se quiere cambiar el código penal para que la imputación de cohecho no quepa como calificación penal para el affaire de los trajes de Camps y sus otros jefes. Puede que incluso ganen también esta batalla. Berlusconi es un maestro en estas (y muchas otras) artes. Esta muy cerca de nosotros y es amigo.

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