Felipe González, años después de salir de la presidencia del gobierno por apaleamiento mediático sobre todo, reconoció -eso sí, mohíno y en privado- que quizás menospreció el valor de la prensa que tanto contribuyó a su caída. Era de suponer, visto lo visto, que su correligionario, y también presidente, Zapatero, debería de haber llegado a La Moncloa con la lección bien aprendida. Sin embargo, no lo parece. Muy al contrario se le nota empecinado en propiciar que los medios de comunicación le aticen a él y los suyos cada día con más rabia. Estamos seguros de que, en su caso, el maltrato que recibe de la mayoría de la prensa madrileña es objeto de estudio en la universidad por lo persistente y extraordinario. Y en esos análisis se dirá a buen seguro que la mayoría de los palmetazos recibidos se los busca él solito o gracias a la ayuda de sus ministros y dirigentes del PSOE. Es el único presidente de la democracia española última que no tiene un periódico en la capital del reino que sea clemente con él (el diario Público todavía le queda recorrido para ser significativo como fuente de opinión y aún más de información). En estas, además, ha hecho que su partido y el gobierno abandonen la tutela de las radiotelevisiones públicas allí donde gobiernan, eso sí, aprestándose a sufragar sus costes. Todo ello ocurre cuando el PP, el otro partido de gobierno, allí donde lo es, controla los medios públicos como si de un régimen autoritario se tratara. Tiene un gobierno mitad clandestino, mitad abrasado a causa de ese tiroteo pertinaz que es la política española. Sólo tiene la ayuda de sí mismo. Tira de su talante y sus valores -que son grandes aunque nunca se destacan- como si fueran manantial inagotable. Y así va cinco años ya pilotando esta nave de sobresaltos que se llama España y el último en medio de la tormenta perfecta que es la crisis económica mundial.
La penúltima pifia pública ha sido protagonizada por la titular de Defensa, Carme Chacón, quizás la ministra menos tocada del Gobierno. Pero ya lo está. En Kosovo la ha cagado ante la tropa. ¿Cómo se puede anunciar la retirada militar de una misión internacional bajo el paraguas de la OTAN sin que esta organización, Estados Unidos y ¡su propio Consejo de Ministros! no lo conozcan con antelación? Pero así parece haber ocurrido. En este asunto el gobierno tenía razón, que además compartía el Parlamento. Por coherencia, deberíamos retirarnos de Kosovo. La resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU dejó de cubrirnos desde el momento en que este territorio decidió su independencia de forma unilateral contra la legalidad internacional y el rechazo de la mayoría de los países que integran Naciones Unidas. ¿Cuándo se tomará el gobierno en serio esto de la comunicación política? A estas alturas parece que nunca. Los gobiernos de Aznar tampoco eran unos linces comunicando, aunque este defecto lo cubrían a base de propaganda y ruido mediático. Los gobiernos de Zapatero no hacen ni una cosa ni otra.